Lo que se sabe de Plauto es poco e incierto. La
fecha de nacimiento, por ejemplo, es para unos el 259-8
a. C y para otros en el 251 a. C. Su
oficio, su patria, su vida y aún su muerte son cosas todas que nos han llegado
envueltas entre la leyenda y la especulación. Lo normal, en realidad, entre los
autores clásicos.
BARRA DE TITULO
sábado, 27 de julio de 2013
viernes, 26 de julio de 2013
ESTO SOMOS, ESTO ERES
Uno no puede verse a sí mismo el
rostro, dice Bruto en el Julio César de Shakespeare, sino mediante la
refracción, es decir, expresado en otros objetos. Justo eso es el teatro, el
espejo donde los hombres pueden contemplar su propio rostro. Por eso a veces el
teatro provoca regocijo, porque nos retrata con el gesto cómico de los seres
patéticos que mueven a risa. En otras nos pilla con el ademán trágico de
quienes se sublevan contra su condición de comparsa de los dioses, que es como
llamamos desde antiguo al azar y a lo desconocido. Pero siempre, siempre, nos
saca con la alta dignidad de quienes han sabido hacer de su carne efímera una
obra de arte.
sábado, 20 de julio de 2013
CONFIESO QUE HE BEBIDO
Yo no maldigo mi suerte aunque tabernero nací.
A quien le salen los dientes apoyado en la barra de una vieja taberna es como
si la vida le regalara una licenciatura en cada codo. Conoces a los hombres y,
sobre todo, conoces los límites de tu paciencia. No es poca cosa. Aprendes que
cada hombre o mujer que se arrima al mostrador trae consigo su propia novela y
de ella, mal que bien, arrancas siempre una enseñanza.
DELIRIOS REALES
A las nueve de la noche, cuando afloja la calor, estábamos en el Mesón Pata Negra, una cerveza, mi soledad y un servidor. En frente, rumiándose las uñas, medio perdida en el laberinto de sus cavilaciones, una señora de muy buen ver y de un mejor mirar, pero a quien la tristeza pintaba extrañas caligrafías en las mejillas.
sábado, 13 de julio de 2013
EL HOMBRE QUE GRITA HELP
A
veces coincidía con Félix Bote y nos saludábamos con el afecto de las amistades
que se saltan la barrera de las generaciones. En su presencia me entraba el
cosquilleo del que se sabe ante el prodigio del talento natural, que es el único
tesoro que envidié desde niño. Félix Bote, para quien no lo sepa, fue el mejor
trompetista que dio Extremadura. Incluso en el busto que preside el jardín del
conservatorio de Almendralejo queda algo de esa aureola a lo Check Baker. Los
niños del pueblo, al verle pasar, nos dábamos con el codo y murmurábamos mira
ese es el trompetista de Antonio Machín. Yo le confesé mi admiración mil veces.
Sin embargo, un día me dijo: “no te confundas, el mejor músico que vas a
conocer en tu vida es Diego Antúnez”.
viernes, 5 de julio de 2013
EL MISTERIOSO OFICIO DE VIVIR
A todos nos llega un día en que
la vida nos deja solos ante el peligro, como a un Gary Cooper sin cámaras ni
focos, y sin sus ojos azules. Pero allí estás tú, en un extremo de la calle; y,
al otro, justiciero e implacable, el niño que fuiste una vez.
Por lo general, este niño que
fuiste, convertido ya en enemigo declarado, se suele aparecer en medio de la
noche, en un desvelo o en un insomnio, preferentemente cuando uno ha atravesado
la frontera de la mitad de su vida. Entonces, el niño desenfunda y te dispara
al corazón su terrible pregunta: “¿qué has hecho de mí?”.
Y tú, que como todos, soñaste de
crío con ser astronauta, poeta, pintor, músico, corsario de los mares del sur,
delantero centro en la Roja, torero en las ventas, el científico que salvaría
al mundo, tú que imaginaste mil veces tu careto en la portada del Hola y a tus
pectorales luciendo rotundos en el Interviú, es muy probable que te veas ahora,
en mitad de esa noche de insomnio, ante este juez riguroso, desarmado y sin
saber muy bien qué decir.
Todos tenemos, tarde o temprano,
una noche así, y un juez así. Yo, mire usted por dónde, los tuve anoche. Y en
mitad del insomnio se me clavó en la espalda el aliento de esa persona que duerme a mi lado
y confieso que fue como la constatación de un milagro repetido, la certeza de
que el viaje mereció la pena. Este es el misterioso oficio de vivir, le dije al
niño que fui. No son, como tú creías, los coches, la cuenta corriente, el éxito
en los ojos ajenos, sino esta mujer, esta familia cincelada en días sobre días,
esta respiración aquí a mi lado. Cosas que de tan pequeñas parecen
insignificantes pero que son justamente el tesoro que andaba buscando. Este es
el misterioso oficio de vivir, y solo se
aprende viviendo.
jueves, 4 de julio de 2013
Oda a un clavé encendío
Que esa es otra. Pasa
uno por la niñez envidiando el descaro del hermano mayor, la adolescencia añorando
la libertad del adulto y, por fin, cuando llegas a adulto, casi jadeando aún
tras el esfuerzo, te detienes a recapacitar y resulta que lo que uno echa de
menos de todo aquello es un plato de lentejas. Total, que la vida es un cuento
bíblico, pero mal narrado. Y yo un Esaú sin Isaac al que engañar. Mi reino por
un plato de lentejas. Pero guisadas como las de mi madre. Y el clavé, al verte
cariño mío, se ha puesto tan encendío que está quemando mi piel, que está
quemando, que está quemando mi pieeeel.
—¿Te quieres callar un rato, Josefa, hija,
que no hay quien duerma en esta casa con el puñetero clavé —a mi padre, después
de comer, le gustaba echar una siesta y a mi madre, fregando en la cocina los
platos de la comida (quizás, ay, lentejas) se le iba la cabeza tras de las
ollas, o simplemente se le iba la olla, y continuaba la pobre con el embeleso
de su copla.
—...y el clavé, al verte cari...
—Cómo vaya para allá te voy a meter el clavel
por el culo —y entonces sí, entonces mi madre se callaba y reinaba la paz en el
barrio.
martes, 2 de julio de 2013
lunes, 1 de julio de 2013
Oda al Cine Alegría
El Alegría, cine de
verano, ya por entonces, mostraba síntomas de un cine en decadencia,
desconchado, incómodo y polvoriento, constelado de hiedras y de estrellas. Con
los años, acabarían demoliéndolo y construyendo bajo sus entrañas un aparcamiento subterráneo. En su superficie florece
ahora un parque de moderno diseño y de gusto incierto donde impera a sus
anchas una banca de crédito; pero, si esta ciudad, en vez de Almendralejo fuese la Bretaña y si estas memorias no estuviesen relatadas
por mi inexperta mano sino dictadas por el talento onírico de Cunqueiro, diría
a buen seguro que en las noches de tempestad, sobre el silencio del mundo y de
los automóviles ya dormidos, se podrían escuchar, persistentes, familiares, los
diálogos de tres rombos de los fantasmas del viejo cine Alegría. El cine de mis
veranos infantiles. (…)
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