quédese con el cambio: septiembre 2011

BARRA DE TITULO

jueves, 29 de septiembre de 2011

MI ÁNIMA ME ANIMA A HUIR DE LOS ANIMALES


Cuando yo era niño vagaba por el barrio un perrazo enorme al que llamábamos Burdo. Noble, torpe, con más mezclas de sangre que el contenedor de un hospital, se dejaba montar como a un potrillo y sólo de vez en cuando lanzaba al viento falsas dentelladas que nunca nadie tomó en consideración.

Un día aparecieron esos chicos de los que no hay generación que se libre, brutos de tomo y lomo, cafres de catálogo, adolescentes que por ir un paso adelante en cuestiones de brutalidad fabricaban flechas con las varillas de los paraguas y vagaban por el barrio buscando un blanco adecuado para sus fechorías. De haber existido el teléfono móvil habrían sido de los tarados que lo utilizan para grabar sus hazañas y hacer alarde en la RED de sus pocas luces.

lunes, 26 de septiembre de 2011

CATALUÑA Y LOS TOROS, CON UN PAR.


A mí en realidad me gustan los toros. Me parecen unos animales maravillosos. Me gustan tanto como los caballos, como los tigres, seres de una estampa soberbia, perfecta. Por eso mismo estoy en contra de que los maten como los matan, de que exhiban su muerte bajo la excusa de que es una lucha de tú a tú, heroica, artística.   

domingo, 25 de septiembre de 2011

EL INCONSTANTE


Hasta los bomberos me gritaban: salta, salta.

El inventor del puenting soy yo, decía ufanamente un señor con el que cierta vez compartí barra en la cantina de una periférica estación de ferrocarril. 

viernes, 23 de septiembre de 2011

DIA DE LOS CAUTIVOS


Hoy, mire usted por dónde, me he cruzado con el hombre-solución. Como no llevaba las gafas de cerca no sabría decirle si era así o asá, de lo que sí me di cuenta es de que era barrendero. Tampoco es que yo sea un lince, es sólo que el tipo llevaba chaleco refractario, carrito de escobar y barría la calle con su escobón de reglamento con un esmero hijo de la buena conciencia o de la vocación. 

Hacía el hombre su labor en hora punta y en una avenida de lo más céntrica, por lo cual a su vera cruzaba un río de gente que dejaba a su paso un rastro de colillas y otras lindezas. Pero el buen hombre ni se inmutaba. Seguía, calmo, moroso, concienzudo, a lo suyo. Y lo suyo era un metro cuadrado; eso sí, un metro que dejó como la patena. Luego, sin mirar siquiera al tendido, avanzó otro metro y volvió a enfrascarse en su tarea de perfeccionista. 

A mí, esta forma minuciosa de trabajar me tenía cautivo, lo cual, por otra parte, tiene su lógica puesto que hoy precisamente es la fiesta de la Merced, patrona de los cautivos. Pero yo entonces no pensé en esta relación, lo que pensé fue en sentarme en la terraza de un café y seguir mirando el avance implacable de mi hombre. En la mesa de al lado, unos tipos comentaban el cuarto gran fiasco de la bolsa española. Por la tele hablaban de la intentona del Consejo de Administración de RTVE de imponer su propia censura. La prensa, ni me atreví a abrirla. Un panorama de corrupción, crisis, egoísmo. 

En realidad, me dije, si estamos metidos en este lío es porque nadie limpia su metro cuadrado con el sentido del oficio y del deber con que lo hace ese hombre. Por el contrario, creímos poner nuestros intereses en manos de profesionales y caímos cautivos de unos simples piratas. Que la Virgen de la Merced nos proteja.  

Publicado en la contraportada del periódico Extremadura 

miércoles, 21 de septiembre de 2011

COSAS CURIOSAS


 
Es curioso que el filósofo Epicuro fuera de los autores más prohibidos por la Iglesia, cuando fue él quien dijo aquello de que un hombre sabio ni se casa ni tiene hijos, es decir, el que vive como un cura.

Es curioso que los curas, que reciben una minuciosa educación basada en el amor y la caridad, no puedan tener hijos y que sí podamos tenerlos el resto de los ciudadanos cuando, quien más y quien menos, vamos por la vida cojos de cultura, tuertos de amor al prójimo y sin más mandamiento que el de sálvese quien pueda. Es curioso que a ellos no se les permita tener hijos y que sea a los únicos a los que se llama “padres”.

Es curioso que los padres con niños recién nacidos reciban ayudas del Estado – en la etapa en la que el bebé no se entera si los pañales se los cambia el padre o un vecino-, y que los que tienen hijos adolescentes tengan que dejarlos todo el día solos frente al televisor o Internet, obligados a salir al mundo a rebuscar con qué mantenerlos.

Es curioso que mantener a un hijo cueste quince euros diarios, según leo hoy en un periódico, porque eso supone que se bastan entre un hijo y una hipoteca para chuparle la sangre al matrimonio mejor avenido.

Y es curioso que las hipotecas signifiquen el ochenta por ciento del gasto de una familia y que los padres, en vez de reclamar con violencia el descenso radical de los beneficios de los bancos, reclamen a los centros escolares que abran doce horas al día. Ser padres se ha convertido en un negocio extraordinario: para los bancos.

Es curioso que aún no hayan aparecido por ningún lugar padres tan extenuados que reclamen al banco que en vez de embargarles la casa le embarguen los hijos.

lunes, 19 de septiembre de 2011

SORTILEGIO PARA SERENAR A LA (PIERNA) DERECHA


En la antigua carretera Sevilla, actual avenida Rodríguez Ibarra, algún día habrá un percance serio. Pasan los coches como ambulancias, como si de repente todo el mundo se estuviera examinando para sustituto de Fernando Alonso.  

viernes, 16 de septiembre de 2011

PUEBLERINO MUNDO


Con la que está cayendo y esta foto encabezando portadas.
Lo malo de vivir en un pueblo es que todo el mundo conoce a todo el mundo. Y cuando digo conocer hablo en el más literal y doloroso de los sentidos, es decir, en que se tiene una concepción fija y pétrea de los demás, del mismo modo que los demás lo que tienen de uno no es un carácter mudable y vivo sino una foto fija. Tú no sales a la calle, como en una gran ciudad, con la posibilidad de reinventarte cada día. En un pueblo llevas sobre los hombros el cartel de hijo de tal, marido de cual, profesional de, y no hay manera de soltar la etiqueta. Supongo que esa noción rocosa de la vida es lo que convierte a uno en un “pueblerino”. En el sentido peyorativo del término, pueblerino es el que no consigue zafarse de la viscosa influencia del entorno.

Es por eso, a mi parecer, que los más pueblerinos del planeta son las “celebrities”, es decir, los famosos, lo cual encierra una muy grande paradoja porque, a la postre, la fama te acaba arrastrando justo al punto del que huías. Huías de la estrechez de miras de tu pueblo y el planeta entero se te convierte en una aldea, paleta y criticona. Qué horror.

Para un famoso, un Beckham, un Julio Iglesias, un Nadal, pongamos por caso, no hay en el mundo calle por la que pasear sin que los vecinos le señalen con el dedo. Para una Letizia o una Scarlett Johansson el planeta entero es una mirilla de vecina chismosa que anda siempre registrándole en los cajones en busca de la foto de un desnudo o murmurando si repite vestido o si puso unos quilos de más. Cómo no van a volverse estirados y locos estos personajes.

Por eso, una vez saturado del empalagoso tufo de la fama, de lo que se trata es de desandar el camino, recuperar la intimidad, aunque sea a golpe de talonario. Y es que, digan lo que digan, aún no se ha inventado nada más cosmopolita, mundano y liberador que el dinero. El que lo probó lo sabe. Esa quizá sea la razón por la cual cada vez hay más ricos anónimos. Ser rico tiene su punto, pero la fama es una vulgaridad que convierte tu mundo en un patio de vecinos.

 Publicado en la contraportada del Periódico Extremadura

jueves, 15 de septiembre de 2011

MAESTRO SEPTIEMBRE

Hay en septiembre una lección de fugacidad
El cielo de Septiembre tiene el azul de un uniforme escolar. Septiembre es un mes infantil y melancólico que trae en el aire gritos de patio de colegio. Nunca como en septiembre somos tan conscientes de lo rápido que pasa el tiempo, es decir, nunca como en septiembre somos tan conscientes de que vamos a morir. Dicen algunos filósofos que lo que buscamos en la poesía, en la religión, en el arte y en la ciencia es una preparación al acto incomprensible y ridículo de morir. Entonces, Septiembre es el mes más filosófico del año. En ese ritual de vuelta al colegio, de quedarte por la noche forrando libros con tus hijos, haciendo recuento de sus bolígrafos y libretas, hay toda una lección de fugacidad. Es como si fuera ayer mismo cuando se sentaban tus padres  a la mesa de camilla para cumplir contigo el ritual y ahora, mírate, sin apenas darte cuenta, te ves cumpliéndolo con tus propios hijos, como si hubieran cambiado el decorado y sin que nadie te avisara ni te dieran tiempo a reponerte. Luego te vuelves a mirar y encuentras la mesa de camilla vacía, tus hijos se han ido a la universidad, al mundo, dejándote a cambio el silencio y un pedazo de plástico de envolver libros de texto en un cajón del salón. El ritual ha llegado a su fin. Pero septiembre, puntual, indiferente, sigue llegando a su cita y tú te levantas una mañana y no sabes a qué se debe esta sensación de ser una pluma con la que el viento ya se cansó de jugar. Paseas por la casa como un sonámbulo. Abres la ventana y el aire te trae el jolgorio de un patio de colegio cercano. Es septiembre. El tiempo pasa. Es solo eso.

martes, 13 de septiembre de 2011

REFLEXIÓN EN TORNO AL CUADERNO GRIS DE PLA

El joven Pla en la época que inició su famoso Cuaderno Gris.

Lo que más me gusta de leer diarios son las páginas íntimas, las que expresan el sentir, el vivir cotidiano, el retrato de mundos ajenos y, en la mayoría de los casos, ya desaparecidos. Me cansan, por lo general, los aforismos y los cuentos entreverados, como ejercicios de voluntario malabarismo. Me sucede al leer los diarios de Pla o de Trapiello, que hallo el placer justo en las estampas pequeñas, en los apuntes del natural, y me fatigo en los ejercicios literarios, en las páginas escritas a posta con la intención de impresionar el alma sensible y predispuesta del lector. Pero, con todo, lo que más me seduce, y hablo ahora del Cuaderno Gris de Pla, es leer esas páginas en las que encuentras un mundo ya muerto y olvidado, cercano y a la vez desvanecido entre el vaho turbulento y reciente del último siglo. En esto Pla es inigualable.

viernes, 9 de septiembre de 2011

LA GRAN AMENAZA



Paul Krugman, premio Nobel de economía, ha declarado que la amenaza de una invasión alienígena acabaría con la crisis actual. Al pronto creí que lo decía porque un peligro así podría hermanarnos, colocándonos en el carril del sentido común. Pero no. Según el Nobel, una amenaza de ese calibre provocaría que los Estados inyectaran astronómicas dosis de dinero en la fabricación de armamento, lo cual engrasaría la maquinaria económica mundial. No sé si esta teoría quedará algún día demostrada, pero por lo pronto ya ha demostrado que se puede ser un Nobel sin dejar de ser un bocazas.

Muy mal amuebladas deben andar las cabezas si necesitamos una amenaza exterior para hacernos sentir en peligro. Como si toda la historia de la humanidad no fuera una lección de permanente amenaza. Qué lástima que con la de cosas buenas que quedan por hacer, males que arreglar, injusticias por corregir, desigualdades por reparar, una ceguera congénita o malintencionada nos lleve a la conclusión de que la crisis se soluciona recortando en ciencia, en sanidad, en educación, y gastando en burocracia y armamento.

Bertrand Russell, cuando el mundo andaba inmerso en aquella otra gran crisis, antesala de la Segunda Gran Guerra, escribió que la solución pasaba por invertir en educación, eliminar los ejércitos nacionales y crear un ejército común que defendiera, por encima de los intereses de las naciones, los intereses de la raza humana. Claro está que a Russell le interesaba mucho más la conquista de la felicidad que la conquista de los mercados. Por eso le dieron el Nobel de Literatura y no el de Economía. Se conoce que el de Economía lo tienen reservado para los cerebros que gustan más de algoritmos y de alienígenas que de la felicidad humana, esa bagatela que no cotiza en Bolsa.



                                        Publicado en la contraportada del Periódico Extremadura

lunes, 5 de septiembre de 2011

PAISAJE CON CORAZÓN DE FONDO

Busco en la prensa artículos que me emocionen pero no siempre los encuentro. Los encontraba con frecuencia en las columnas de Umbral, y las recortaba para releerlas una y mil veces, pero Umbral, la prosa de Umbral, el tiempo de Umbral, ha muerto. Los encuentro en ocasiones en las columnas de Gregorio Morán, de Isaac Rosas, de Andrés Ibáñez, de Raúl del Pozo; pero ni Raúl es Umbral ni la prensa es lo que fue, hija del Siglo de las Luces, linterna hacia el sentido común.

Busco en la prensa artículos con emoción, con picardía, con mala leche, no que me aleccionen ni que me rebocen los oídos con salmodias de curas y políticos. Las columnas no son, o al menos yo no las entiendo así, lecciones de economía o de moral, ni siquiera deberían servir para hacerte pensar ni para crear opinión, como se dice hoy en día, que eso lo tiene que traer uno puesto de casa. Las columnas son, o me gustaría creer que son, un divertimento inteligente (Camba), una confesión plagada de hermosas mentiras (Cunqueiro), una ocurrencia con chispa (Millás), un dardo envenenado (Reverte), un paisaje con corazón de fondo (Goytisolo).

Busco artículos que me recuerden cada mañana por qué amo tanto a la palabra escrita. Los busco ahora con más ansias que nunca porque tengo una fe ciega en el poder del humor, en el cinismo, en la ironía, en la inteligencia con sentido. Los busco ahora con más necesidad que nunca porque me he asomado a la ventana y he descubierto que también el horizonte viene contagiado del color salmón de las páginas de economía. Economía, apocalipsis y vulgaridad, santísima trinidad de la prensa y de la televisión de principios de siglo. Y con suerte, si le añades un par de euros, te regalan con el periódico la medalla de un santo o una virgen patronal bañada en plata. Irónico camino el recorrido por la prensa: del siglo de las luces a la superstición del euro y de la plata.

Y la palabra escrita, ayer y hoy, consuelo, alivio, refugio.

viernes, 2 de septiembre de 2011

APROXIMACIÓN POÉTICA A LISBOA



En cada rincón de Lisboa me nacía un artículo que nunca escribiré. Las tascas viejas y casi sórdidas, las que asan sardinas y pedazos de cerdo en plena calle. Los bares que hacen un esfuerzo por aportar algo de modernidad a la ciudad. Las mujeres que llevan la letra de un fado escrita en el iris de los ojos. Los muchachos que te miran con recelo y con orgullo.

En cada rincón de Lisboa perdí un artículo para siempre, un poema, un puñado de versos que no supe escribir porque me dediqué a mirar, a oler, a vivir. Lisboa es la ciudad que habría que poner como ejemplo del poder nefasto de los malos políticos. Se palpa a cada paso, en cada calle, la desidia con la que sus gobernantes dejan que los barrios históricos se caigan a pedazos, literalmente. Tantas fotos hacíamos los turistas a los monumentos sublimes como a las casas achacosas y medio arrodilladas, engastadas en basura y abandono, regadas con orines de borrachos y de no borrachos, sobrecogidos todos por la tristeza de este espectáculo intolerable, como el de ver a un viejo héroe en el trance final. A Lisboa, como a los viejos héroes, lo que le sobra es el presente, le asfixia el presente. Todo lo demás es en esta ciudad un lujo. El pasado es su justificación, su credencial, su currículum. Y el futuro, si por cosas del azar consigue enhebrar con una casta política medio decente, puede ser tan brillante, alto y claro como ese cielo que te sale a recibir en cuanto bajas del coche.

Lisboa se tragó de una sentada un hatillo de páginas que ya nunca escribiré. Se alimenta Lisboa de nostalgia ajena. Esa es la naturaleza de su famosa saudade. Su saudade es un manto de tristeza donde deja el viajero un jirón de su propia melancolía.

Publicado en la contraportada del periódico Extremadura



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