Hay a quienes empalaga tanto grexit
y tanto brexit para referirse a
la salida de ciertos países de la UE, porque entienden que este acrónimo -un corta
y pega del inicio del nombre de un país en cuestión (gre- de Grecia, que fue
con quien se levantó la veda) y el -xit final del término inglés exit, que significa salida- es una claudicación del castellano.
A los puristas del idioma estas cosas les saca de quicio. Sin embargo,
no es para tanto. Si buscan la palabra EXIR en cualquier diccionario de la
lengua española- y cuando digo cualquiera me refiero a cualquiera, académico o
extraacadémico, desde 1726 hasta el último, publicado en 2014-, encontrarán que
es una palabra muy española, muy antigua, y que significa salida, aunque se nos advierta que es un término caído en desuso.
Y es que, tanto nuestro viejo exir como el vigente exit inglés,
tienen un origen común: el latín exīre,
salir, irse de un lugar. Es tan nuestro que lo encontramos en la primera
manifestación literaria de nuestra lengua, es decir, en el Poema del Mío Cid, allá por 1140, conjugado en todas las formas
posibles, como corresponde a una voz en plena vigencia. Así, tenemos:
“Longinos (…)
ixió
la sangre”.
“Rachel e
Vidas (…) ixieron amos”.
“Yo me exco de tierra”.