quédese con el cambio: octubre 2010

BARRA DE TITULO

domingo, 31 de octubre de 2010

LA SOLEDAD DEL MEJILLÓN

Amancio Prada y Florián Recio
La tristeza del mejillón es un asunto mal estudiado. Los científicos consideran que se recubre con ese caparazón negro por mera supervivencia, pero no es eso. No es sólo eso. Los hombres de ciencias solo ven los hechos, y pasan por alto las razones psicológicas del mejillón. Yo veo en el mejillón una tristeza lírica, de poeta maldito. Por algo será que los poetas antiguos vestían también de luto riguroso. Y Raphael y Serrat y Paco Ibañez. Y Amancio Prada.

Reconozcamos que la naturaleza le ha escatimado al mejillón las alas para el vuelo, le ha negado un par de aletas con las que unirse al arrebato de las olas, le ha privado de piernas con las que huir del conchero y del aburrimiento. Entonces, qué le queda al mejillón sino el ostracismo. El destino lo ha condenado a la quietud, y qué martirio más triste que el de ser pasivos en medio de una orgía de movimiento. Sospecho que el mejillón, como Amenábar, quisiera perderse mar adentro, y sólo la falta de herramientas naturales le obliga a quedarse aferradito a una piedra sin otro consuelo que el de esperar la llegada de un pescador de bajura que traiga entre los dedos su eutanasia de nácar y un limbo de escabeche.

HISPANIA sigue siendo ESPANIA

Cuando una cadena de televisión española anuncia el estreno de una serie histórica, lo primero que a uno se le ocurre es cruzar los dedos y rezar para que la cagada no sea de arte mayor. Pero si esa cadena, para más inri, es Antena 3, entonces ya no hay santo al que encomendarse. Imposible el ademán. Si comparamos Hispania con Roma o con Spartacus, por citar dos ejemplos recientes y de una misma temática, dan ganas de llorar. Y no lo digo por el color, por el tratamiento de la imagen, por la calidad musical, cosas, después de todo, excusables si cotejamos presupuestos. Lo digo por los diálogos, los argumentos, las interpretaciones. Lo malo no es que veas a Darío, el noble, y te parezca que estás viendo a Santi Millán , el de 7 vidas, lo malo es que da la sensación de que en cualquier momento va a salir Pepe Viyuela haciendo de Golfus de Roma. Lo cual, dicho sea de paso, podría salvar la serie. Los guionistas deben ser tan jóvenes que confunden la invasión romana con una invasión zombi. Pintan unos romanos tan malos que dan miedito. Olvidan que Roma, como todo pueblo invasor, cometió muchas atrocidades, pero si se extendió tan rápido por la Península no fue precisamente por su brutalidad sino porque junto a las botas de sus legionarios traía el progreso. Y, admitámoslo, el ardor patriótico se enfría cuando a uno le cambian el yugo por el mendrugo. Pero no vamos a eso, vamos a que en Hispania, ya que no rigor histórico, al menos nos habría gustado encontrar a un héroe ibero del que enamorarnos, como cuando niños nos enamorábamos del Jabato y del Capitán Trueno. Un tipo duro y leal, caballeroso y bravo, pero que, como a Moratinos , a veces se le ablanda el corazón. Un hermano mayor que nos devuelva el orgullo. Alguien que nos rescate. La televisión nos lo debe.

miércoles, 27 de octubre de 2010

Me gusta Reverte

En España es difícil que un escritor se mantenga mucho tiempo bajo los focos. Las letras nos aburren y, salvo escritores de clientela fija (pocos, para qué engañarnos) la gran mayoría cae pronto en el olvido. Cela lo sabía. Por eso dijo más de una vez que, para vivir de la literatura, más que crear personajes conviene al escritor convertirse en su propio personaje. No sé si en otros países ocurre, pero aquí es lo que hay. Lo sabía Umbral, lo sabe Gala, lo sabe Pérez Reverte y lo sabe Sánchez Dragó. La diferencia está en que Cela era un pedazo escritor, Umbral, además de un pedazo escritor, era un esteta, algo así como un dulce relleno de crema amarga. Dragó, a mi juicio, es un buñuelo de viento, con más viento que buñuelo. Quizás también sea un gran escritor, pero eso nunca lo sabremos porque pasa más tiempo diciendo estupideces que escribiendo. En cualquier caso, esto mismo que ahora ha dicho Dragó respecto a "follar con treceañeras" se lo leí yo hace no mucho a Ariel, el de Tequila, en una entrevista en el diario El País, y nadie, que yo recuerde, dijo esta niña es mía.
Lo de Reverte a mi me parece otra cosa. Su literatura, por lo pronto, nos sitúa en el mundo. Es el escritor español más leído en el extranjero y eso ya son palabras mayores. En cuanto a lo de las supuestas barbaridades que dice no creo que las diga para vender, porque no le hace falta, sino que nos enteramos de ellas precisamente porque Reverte es un señor que vende mucho y todo lo suyo se magnifica y se propaga como el cólera. La cuestión es que esas mismas cosas que él dice las dice y las piensa mucha gente de todas las edades y tendencias políticas, sólo que, lógicamente, no encuentran el eco que siguen a cada declaración de Reverte. Y el caso es que a mi me gusta que sea así. Que pueda decir este señor lo que le venga en gana. Al igual que pueden decirla los demás señores y las demás señoras de España. No sé a cuento de qué tanto revuelo. Es buena señal que uno diga y otros contradigan. Malo sería que sólo pudieran decir unos pocos y a los demás no nos quedara más opción que la de la boina en la mano y responder sí señor con los ojos bajos y la  voz en un susurro.

martes, 26 de octubre de 2010

Confesiones de un ex-vegetariano

Yo entraba en aquella frutería sólo por admirar a la tendera, una mujer frondosa, rechoncha, fresca, delicada como un racimo de uvas. Me aventuraba casi a diario en aquel trópico, llenaba mi pequeña cestita de peras y de manzanas del tiempo y se las daba a mi amada para que las sometiese al juicio digital de su báscula. Luego llegaba a casa, tiraba las frutas podridas del día anterior y del otro y besaba las carnes de los melocotones, metáfora redonda de su espalda.

A la mañana siguiente me plantaba de nuevo en la frutería con la cesta como una boca hambrienta de piñas y de higos. Manoseaba las pulpas inequívocas de los tomates a la par que miraba de reojo las mejillas de la frutera, indiferente a las murmuraciones de la clientela, que hacían cola hasta mi diosa en una extraña ofrenda multicolor de tributos con piel de plástico. Llegado mi turno oficiábamos un rito sencillo pero delicioso. Ella mostraba el barquillo de coco que era su sonrisa y, mientras pesaba mis guisantes, decía " ¡ qué bien se cuida usted, don Ernesto! ¡ Menuda dieta ! "; y yo, tímido, pero reventón como una granada, le devolvía el cumplido: "sus manos, señorita, que rejuvenecen ".

Hasta que un día, al entrar en la tienda me encontré con que, a mi palmera cimbreante, la suplía una mujer, vulgar como una calabaza, que rompía con sus dedos romos el equilibrio escaleno de las fresas. " Ya no trabaja aquí, se casa mañana con el cajero del Central Hispano " me confesó la sustituta. Abandoné aquel templo mancillado castañeteándome todos los huesos, que parecía, mas que un hombre, una bolsa de nueces despeñada. Mi amor se fue tiznando, gratinando de fístulas, cubriéndose de manchas, poniéndose pocho como un plátano abandonado


Pasado algún tiempo coincidí con ella en un restaurante. La acompañaba su marido junto a otras parejas que reían con el bullicio siena del viernes noche. Se sentaron en una mesa contigua a la mía. Cuando miró para saludarme, descendí los ojos hacia el jugoso chuletón de retinto que dormitaba frente a mí, y separé con desprecio las patatas, el tomate y los guisantes, como quien aleja de sí un recuerdo doloroso.


Del libro Esa extraña familia de la que te hablé

Falsedades que inspiran medidas injustas



Llevo meses escuchando hablar de la crisis, incluso hablando yo mismo de la crisis, pero, para ser sincero, no tengo ni idea de qué estoy hablando, ni he conseguido que nadie de mi alrededor me explique de qué va la cosa. Hoy he vuelto a buscar información sesuda al respecto y me he encontrado con algunas paǵinas interesantes de la que he apartado alguna información que, si bien es verdad que no es muy tranquilizadora, al menos ayuda un poco a poner las ideas en orden.

Un texto:
El escenario actual podría volverse preocupante si no se toman medidas para atajar la retórica cuasi-bélica. Pero todavía nos encontramos muy lejos de una guerra abierta de divisas o de una oleada de devaluaciones competitivas que conduzcan al proteccionismo.


Federico Steinberg. Investigador Principal de Economía Internacional del Real Instituto Elcano y profesor de la Universidad Autónoma de Madrid.


Otro:


Podemos aprender de la experiencia de los años treinta. Una marea que sube levanta a todos los botes; una que baja inicia una guerra hobbesiana de todos contra todos

Esto nos lleva de nuevo al retiro prematuro de los estímulos fiscales. Ante la depresión de la demanda agregada en Europa y en los Estados Unidos, los gobiernos recurren naturalmente a los mercados de exportación para aliviar el desempleo interno. Pero no todos los países pueden tener superávits comerciales al mismo tiempo. Los intentos por conseguirlos conducirán a una depreciación competitiva de las monedas y al proteccionismo.

Como Keynes observó sabiamente: “Si las naciones aprendieran a obtener pleno empleo con sus políticas internas…ya no existiría un motivo urgente para que un país tuviera que imponer sus bienes a otro o rechazar la oferta de su vecino." El comercio entre países “dejaría de ser lo que es, a saber, un recurso desesperado para mantener el empleo en casa mediante la imposición de ventas en los mercados extranjeros y la restricción de las compras.” Se convertiría en cambio en “un intercambio voluntario y sin obstáculos de bienes y servicios en condiciones de beneficio mutuo”.

En otras palabras, los conflictos actuales relacionados con las monedas y el comercio son resultado directo de nuestra incapacidad para resolver nuestros problemas de empleo.

Robert Skidelsky, miembro de la Cámara de los Lores británica, es profesor emérito de Economía Política de la Universidad de Warwick, autor de una biografía que ha sido galardonada del economista John Maynard Keynes y miembro del Consejo de la Moscow School de Estudios Políticos.


Otro:

La reactivación económica mundial, lograda por medio de una colosal inyección de gasto público en el circuito económico (de los EEUU a China), es frágil pero real. Un solo continente se queda atrasado, Europa. Encontrar el camino del crecimiento no es su prioridad política. Europa entró en otra vía: la de la lucha contra los déficits públicos.

Fue necesaria la degradación de la nota de Grecia por la agencia Moody’s el 15 de junio, para que los dirigentes europeos retomaran el término de “irracionalidad” que tanto emplearon al inicio de la crisis de los subprimes. De este modo se descubre que España está más amenazada por la fragilidad de su modelo de crecimiento y de su sistema bancario que por su deuda pública.

Para “tranquilizar los mercados” se improvisó un Fondo de estabilización del euro, y se lanzaron por toda Europa drásticos, y a menudo ciegos, planes de reducción del gasto público. Los funcionarios son las primeras víctimas, incluso en Francia, en donde el alza de cotizaciones de su previsión será una disimulada baja de sus salarios. El número de funcionarios disminuye en todas partes, amenazando los servicios públicos. Las prestaciones sociales, de los Países Bajos a Portugal, pasando por Francia con su actual reforma de la previsión, están siendo gravemente amputadas. El paro y la precariedad del empleo crecerán forzosamente en los años venideros. Estas medidas son irresponsables desde un punto de vista político y social, e incluso en el estricto ámbito económico.

Esta política, que ha calmado provisoriamente la especulación, tiene ya consecuencias sociales muy negativas en numerosos países europeos, particularmente en la juventud, el mundo del trabajo y los más vulnerables. A corto plazo agudizará las tensiones en Europa y con ello amenazará la propia construcción europea que es mucho más que un proyecto económico. Allí la economía debiese estar al servicio de la construcción de un continente democrático, pacificado y unido. En lugar de eso, se impone por todas partes una forma de dictadura de los mercados, y especialmente hoy en día en Portugal, España y Grecia, tres países que aun eran dictaduras a principios de los años 1970, hace apenas cuarenta años.

Que se la interprete como el deseo de “tranquilizar los mercados” por parte de gobiernos asustados, o bien como un pretexto para imponer decisiones dictadas por la ideología, la sumisión a esta dictadura es inaceptable tanto ha dado ya la prueba de su ineficacia económica y de su potencial destructivo en los planos político y social.

Hacemos más adelante una presentación crítica de diez postulados que continúan inspirando cada día las decisiones de los poderes públicos en toda Europa, a pesar de los brutales desmentidos aportados por la crisis financiera y sus consecuencias. Se trata de falsedades que inspiran medidas injustas e ineficaces, frente a las cuales proponemos al debate veintidós contra proposiciones. Ellas no cuentan necesariamente con el asentimiento unánime de los signatarios de este texto, pero deben ser tomadas en serio si queremos sacar a Europa del atolladero.

Falsedad n°1: los mercados financieros son eficientes.

Falsedad n°2: los mercados financieros son favorables al crecimiento económico.

Falsedad n°3: los mercados son buenos jueces de la solvencia de los Estados.

Falsedad n°4: el aumento de la deuda pública resulta de un aumento del gasto.

Falsedad n°5: hay que reducir el gasto para reducir la deuda pública.

Falsedad n°6: la deuda pública le hará pagar nuestros excesos a nuestros nietos.

Falsedad n°7: hay que tranquilizar a los mercados financieros para financiar la deuda pública.

Falsedad n°8: la Unión Europea defiende el modelo social europeo.

Falsedad n°9: el euro nos protege contra la crisis.

Falsedad n°10: la crisis griega permitió avanzar hacia un gobierno económico y una verdadera solidaridad europea.


Philippe Askenazy (CNRS, Ecole d’économie de Paris), Thomas Coutrot (Conseil scientifique d’Attac), André Orléan (CNRS, EHESS), Henri Sterdyniak (OFCE)



Todas estas lecturas me han llevado a pensar que acaso la situación no sea tan tranquilizadora como parece. El día está gris, de una grisura hermosa y otoñal. Afuera, el mundo es un paraíso de monotonía donde cada una de las personas que yo conozco anda preocupada por cosas que nada tienen que ver con la macroeconomía, si acaso, el único sueño que les inquieta es los horarios de los supermercados. Pero esa misma capa de inconsciencia ya le he visto antes, me suena, y al pronto no sé de dónde. Pero me voy a mis anaqueles, busco y encuentro estos pasajes.


LUIS.- (Se ha quedado un momento en silencio, contemplando el campo) ¿Te imaginas que aquí hubiera una guerra de verdad?

PABLO.- Pero, ¿dónde te crees que estás? ¿En Abisinia? ¡Aquí qué va a haber una guerra!

LUIS.- Bueno, pero se puede pensar.

PABLO.- Aquí no puede haber una guerra por muchas razones.

LUIS.- ¿Por cuales?

PABLO.- Pues porque para una guerra hace falta mucho campo o el desierto, como en Abisinia, para hacer trincheras. Y aquí no se puede porque estamos en Madrid, en una ciudad. En las ciudades no puede haber batallas.

LUIS.- Sí, es verdad.

Fernando Fernán-Gómez

Las bicicletas son para el verano.



3 julio 1939 (Justo dos meses antes de que Alemania declarara la guerra a Francia y a Inglaterra)

En Nueva York se sabe poco de la crisis europea, y Tess dice que me estoy haciendo impopular al adoptar una visión tan pesimista acerca de ella. El problema radica en que aquí todo el mundo está convencido de tener todas las respuestas. Saben con certeza que no habrá guerra. Ojalá pudiera saberlo yo también.
Sir Percy Bate, presidente de Cunard, me asegura que no habrá guerra.

William Shirer

Diario de Berlín



Y con esto no quiero decir ni mucho menos que estemos en una situación prebélica, ni que la situación mundial actual sea parecida a la de los años 30. El caso es que no lo sé, que nadie lo sabe, y que de saberlo, ni los propios analistas se darían cuenta de ello. Los únicos que podrían estar al tanto son los tipos que detentan el poder económico, y a eso les importamos un pimiento.  Lo han demostrado muchas veces. El que leyó, lo sabe.

lunes, 25 de octubre de 2010

ALATRISTE



Cada pedazo de tierra que piso es una página de historia en barbecho. Camino con el alma embriagada por el aliento de mil estatuas de héroes a los que nadie recuerda, de placas en homenaje a poetas que nadie lee, de edificios que fueron sede de periodistas que soñaban con derrocar un régimen y ahora son sórdidas salas de cine equis. Pasamos ante ellos sin levantar la vista. Atrofiado el corazón por la pesadumbre de una hipoteca, olvidamos las gestas y las gentes que labraron lo mejor de nuestro pasado.
Camino por un parque repleto de niños que juegan a los pies de una estatua de San Juan de la Cruz. El poeta habría disfrutado con este bullicio novísimo, pero dudo que estos niños lleguen alguna vez a leer sus versos, ni siquiera que lleguen a saber quién fue o a quienes cantó. Si sus padres son incapaces de trasmitirles orgullo por una historia labrada en grandezas, qué diablos van a sentir ellos. Lo más probable es que ahoguen su primer brote de entendimiento en la alineación de un equipo de fútbol o un estúpido serial de televisión. No es por nada, es sólo que son hijos de este pueblo, dedicado desde hace demasiado tiempo a hacer que sus retoños pasen de puntillas por su historia, como en esas familias en las que no se permite mentar el nombre de una hija que salió puta. Y es curioso, porque los niños conocen al dedillo a esos superhéroes americanos que nunca existieron, pero ignoran a Quevedo o Larra. Y en estas llega Alatriste. Si al menos su película sirviera para convencerles de que los héroes de España no empiezan en Torrente y que nuestra historia es grande y heroica a pesar de los Austrias y los Borbones, no todo estaría perdido.


Publicado en el periódico Extremadura el día anterior al estreno de la película Alatriste.
El resultado, como se vió, fue decepcionate. Pero yo sigo manteniendo la misma idea: el cine tiene una gran deuda con nuestra historia, y es una herramienta imprescindible para sacudirnos los complejos.

sábado, 23 de octubre de 2010

Filosofía líquida

Quien domina a la perfección un oficio conoce a la perfección el mundo. O eso dicen. Yo no sé si es cierto, pero sí que cuando uno sabe un oficio todo lo ve bajo la luz de su profesión. Traté hace años a un mecánico de motos que dividía a los hombres en dos categorías: los que tienen y los que no tienen perlas en la bujía , es decir, en bobos y cabales. Y cuando el pescadero de mi barrio quiere afirmar que un negocio es provechoso dice que tiene "la sangre en el ojo, como las sardinas frescas". Sin embargo, mi filósofo predilecto es un viejo tabernero. Ayer mismo me acerqué a él para preguntarle sobre la remodelación de gobierno que ha hecho Zapatero . Mire usted, me dijo, "cuando el encargado de un bar espanta a la clientela con sus torpezas, ya puede ofrecer agua bendita que la gente no vuelve ni a tiros; en esos casos lo mejor es echar el cierre o traspasar el negocio, y no andar gastando dinero y energías en balde". No creo que los filósofos de mi barrio sepan ni por asomo quién es Zygmunt Bauman , el último premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades, pero seguramente les caería bien el tipo. Porque también es viejo y porque conoce bien su oficio y por que conoce bien el mundo. Su teoría más famosa es la de la Modernidad líquida , y sus libros más prestigiosos son Vida líquida y Miedo líquido. Se conoce que este hombre lo ve todo en términos líquidos. A lo mejor su primer oficio fue también tabernero. El caso es que asegura que "la izquierda ha olvidado su compromiso de defender a los pobres y compite con la derecha por allanar el camino al gobierno de los mercados". O sea, lo que dicen en mi barrio: les dimos un país con la sangre en el ojo y tendremos que traspasar el negocio porque a estos tipos les han salido perlas en las bujías.

miércoles, 20 de octubre de 2010

Canto para una gorda

Me gustan las mujeres gordas, macizas, rellenas de sí mismas como un odre mullido y cálido. Me gustan gordas porque he descubierto que en su obesidad alcanzan una rara virtud, una especie de recato que las torna tímidas; y es esa timidez la que las hace sumisas y entregadas, como si, además de amor, debieran tributo al hombre que acaricia sin náuseas sus carnes, que aprecia el tacto sinuoso de su vientre, que interpreta versos en la caligrafía azul de sus varices. Las gordas adoran como a dioses a los hombres que besan cada mañana sus michelines. Por este motivo, cuando vi por primera vez a Luisa en una clínica para regular el peso, sentí el vértigo que siempre me ha producido lo obsceno.
Resultaba tan apetecible aquella carnosidad prieta y sonrosada. Tan perfecta su pequeña papada, su pecho neumático y afrutado, sus manos blancas y redondas como dos lunas gemelas. ¿Por qué se empeñaba entonces en renegar de esa belleza de diosa matrona y megalítica? ¡no la toquéis que así es la rosa!
Me acerqué a ella con la timidez de un enamorado, pero sin titubeos. La invité a cenar; pero estaba a régimen. Insistí y, aún sin emplearme a fondo, acabé disuadiéndola de lo absurdo de su empeño. Y fue en aquel Delicatessen donde comenzó nuestro idilio, sazonado de patés, cogollos de lechugas y entrecot al pimentón. Gracias a mi inquebrantable tesón, recobró la confianza en sí misma. Empezó a alimentar su adiposidad con cariño idéntico al que otras dedican al riego diario de sus macetas. Aunque, a decir verdad, aún le notaba yo ciertos escrúpulos. ¿Qué superstición la alejaba de las confiterias? ¿Qué extraña querencia la suya hacia la sacarina? Se me hacían insoportables aquellos remilgos que contravenían nuestra religión. Así que un día me planté: cariño, le dije, o la sacarina o yo. Y entonces nos zambullimos en una orgía de merengue y bizcochos de nata.
Luego, cuando me miraba de aquella rara forma con sus ojos huidos y misteriosamente alegres desde la cama del hospital, yo palpaba su mano almohadillada y le decía: Luisita, hija, qué trabajo te habría costado confesarme lo de tu diabetes.
Pero la pobre no contestaba, sonreía mirando al techo como si estuviera ya en el otro mundo.

Del libro Esa extraña familia de la que te hablé
fotografía Javier Remedios 

lunes, 18 de octubre de 2010

OPTIMISTAS

Dicen que el Departamento de Defensa de los Estados Unidos ha pagado a una agencia para que publique en la prensa iraquí artículos que aporten un enfoque optimista de la situación. Y luego dirán que el oficio de escritor es un oficio sin futuro. Pronto los escritores ni tan siquiera tendrán que hacer de negro para ganarse la vida: bastará con hacer de yanqui. Eso sí, de yanqui optimista, que tampoco es fácil.
Pero ya verán en cuanto se filtre en Extremadura la idea americana: nos hartamos los escritores de mandar relatos optimistas a las Consejerías. Incluso no vería yo con malos ojos que una de esas empresas potenciadas por la Sociedad de la Imaginación se sacara de la manga una agencia de escritores extremeños especializados en relatos de tono alegre y dicharachero. Parece que lo estoy viendo: relatos cuyo protagonista fuera uno de esos tipos que pertenecen al cuarenta por ciento de extremeños que sí dispone de fondos para irse de vacaciones al menos una semana al año. O uno de esos valientes que sueltan tigres por los campos para darles después caza tan ricamente. Cualquier cosa. Lo que no vamos a estar es toda la vida aireando a ese otro tanto por ciento de los nuestros que vive en el umbral de la pobreza relativa. Coño con lo relativo: si nos ponemos así todo es relativo, ya lo dijo Einstein. Para mí, más que de pobres, pecan de indecisos. Qué hacen en el umbral: que entren o que salgan, pero que no fastidien. Lo que parece mentira es que nadie haya montado una agencia así en Extremadura. Porque mira que si de algo vamos sobrados es de temas a los que echarles una buena pátina de optimismo y, más sobrados aún, de escritores entrenados en el trino alegre, sobón y hueco.

domingo, 17 de octubre de 2010

MICROGÉNESIS

Sentado en el filo del Bing Bang, Dios se aburría. Decidió escribir una novela-río, pero a la larga se lo pensó mejor y se estuvo quietecito. Una novela-saga no le iría mal a mi tedio, se dijo, aunque luego añadió, sí, pero, y tanto novelar, a cuento de qué. Entonces se decidió por un relato, al que abandonó al cabo de poco por un magnífico cuento que tiempo después también dejaría inconcluso en los anaqueles de la Nada. Hagamos pues un microrrelato, se dijo en un  súbito arranque de decisión. Pero, después de pensarlo durante un segundo, le pareció que no iba a compensarle el esfuerzo, y la indecisión volvió a paralizarle. Hasta que un día abrió la boca y dijo, como para sí mismo: hágase la luz. Y de un sintagmazo creó el mundo.     

sábado, 16 de octubre de 2010

Curso breve de economía

De la economía tengo el mismo concepto que San Agustín tenía del tiempo: "Si me preguntas qué es, no lo sé, pero si no me lo preguntas, lo sé". Soy tan torpe para las cifras que no entiendo cómo en un país en el que queda tanto por hacer pueda haber tanto desempleado. 
Y, entonces, enciendo la tele y veo al presidente de la CEOE dando la respuesta, concisa, clara, y gratis: "Para salir de la crisis, los obreros deben trabajar más y ganar menos". Me asombra que nadie lo viera antes si estaba chupao. Qué cabeza la de este hombre. Y es que, donde hay estudios, digan lo que digan, se nota. Para agradecer en persona sus palabras, me acerqué junto a un grupo de obreros hasta su despacho. Lástima que su secretaria nos dijera que no podría atendernos, porque hubo quien mostró un vivísimo interés y hasta se acordó de su señora madre. Pero ni por esas. Por lo visto, el presidente acababa de partir hacia Sudamérica, a no sé qué curso acelerado de economía que imparte su homólogo chileno. Ahí, lo admito, me emocioné. Qué tierno saber que el presidente de la patronal, en estos tiempos tan xenófobos, entabla vínculos con la casta empresarial americana. Qué vínculos ni qué niño muerto, dijo la secretaria, si a lo que va es a que los dueños de la mina San José le aclaren cómo hacen para que unos obreros que ganan 900 euros al mes, en condiciones laborales de cuando el abuelo de Víctor Manuel era picaó, salgan de un encierro de dos meses con piedras en los bolsillos y se las regalen a los dirigentes en lugar de arrojárselas a la cabeza. Y, además, orgullosos y convencidos de que lo suyo es morir amarraditos al yugo . Confundidos y cabizbajos dejamos el despacho, sin saber más de economía, aunque yo, por si acaso, y en vista de la que se nos viene encima, ya me he comprado un casco de minero.

miércoles, 13 de octubre de 2010

HÉROES

Amaba cuando niño las historias de los cómics. Resultaba difícil digerir los días sin mi ración nocturna de aventuras del Jabato y del Capitán Trueno. Pero también amaba las hazañas bélicas y todo el universo que la Edición Marvel dejó caer sobre mi mesita de noche como una constelación de estrellas de papel cuarteado. La Patrulla X y los Cuatro Fantásticos, La Masa y Dan Defensor, Spiderman y el Capitán América alimentaron el incendio con el que mi fantasía arrasó inmensos campos de hastío infantil.
Después de aquellas apasionadas sesiones de lectura, en donde uno iba aprendiendo el arte de la amistad y del honor, cómo conformarse con ser tabernero de por vida, cómo avenirse con la idea de ser por siempre médico o abogado, ni tan siquiera bombero, que era un oficio por el que podía sentirse deslumbrada la generación de Alfanhuí, pero no ya la nuestra, irremediablemente despiertos los instintos a una sensibilidad nueva, ajena e inalcanzable para nuestros padres, obsesionados con la idea de hacer de nosotros hombres de provecho y casarnos el día de mañana con la hija mayor del dueño de un ultramarinos. Mientras tanto, nosotros sólo anhelábamos la picadura de una araña radioactiva.
Cómo explicarles que después de conocer a Superman, vivir era un ejercicio sin sorpresas.
Yo amaba cuando niño las historias de los cómics porque todo niño se siente trágicamente predispuesto para lo épico. Acaso sea por eso que los antiguos sentían veneración por lo heroico, porque participaron de la niñez de la humanidad. Si a Homero lo hacemos pasar por dos o tres sesiones de programas televisivos actuales, no sólo es probable que no escribiera ni una sola línea sobre heroísmo, sino que es casi seguro que habría acabado clavándose la pluma en mitad de la garganta.
Los superhéroes son como el sarampión o las viruelas, hay que sufrirlos durante la infancia. Quien alarga este proceso o lo pasa a destiempo, se le acaba notando. La madurez le hace a uno comprender que el heroísmo de Superman y de la Patrulla X y de toda la familia Marvel es un heroísmo ficticio, de cartón piedra, que no sirve para nada. Como casi todos los heroísmos demasiado resonantes. Porque una de las particularidades del verdadero héroe es la discreción.
Después de superar la infancia, se hace difícil comprender que alguien con poderes tan a pedir de boca como los de Superman no se pusiera nunca al servicio de una causa verdaderamente digna, que nunca se planteara derrocar un gobierno corrupto, que sus ojos portentosos no le condujeran a aportar una visión económica nueva y que sus músculos invencibles no trajeran implícitos sistemas de gobierno más sabios y más justos. A los superhéroes de cuento se les iba el santo día en luchar contra supervillanos que eran como el negativo de ellos mismos, y los neutralizaban. Ellos contra ellos, y a los demás que nos parta un rayo. Nunca entendí para qué se tomaron la molestia los dibujantes en inventar tantos héroes si luego dejaban el mundo igual o peor que lo encontraron. Con la de cosas que habría hecho yo con la mitad de los poderes de Superman. Pero, por lo visto, a los superhéroes, los asuntos del mundo no les interesan.
Quizás sea que tengo un mal día, pero me estoy dando cuenta que siempre que encuentro un superhéroe, aparece un supervillano para fastidiarlo. A Superman le salió Luhtor; a Spiderman, el doctor Octopus; al Capitán América, la Hidra; a los Beatles, Yoko Ono; al presidente Lula, el Fondo Monetario Internacional; a Dios, el Diablo, y a Jesucristo, la Iglesia. Y es difícil andar por la vida huérfano de héroes.

martes, 12 de octubre de 2010

Alfanhuí en un incendio

.- Alfanhuí llega a Madrid y queda fascinado por el espectáculo de un incendio. El fuego devora un edificio ante los ojos llenos de asombro del numeroso público. Pero, cuando aparecen los bomberos, con tanto ruido, con sus trajes impecables y con el alboroto de sus sirenas y mangueras, la gente se olvida de las llamas y aplaude el trabajo heroico de los caballeros rojos. El fuego, ese gran vanidoso, que en realidad lo que pretende es llamar la atención sobre sus artificios, cuando se siente ignorado, con gran decepción, recoge sus lenguas y desaparece, para mayor gloria de los bomberos. ¿Qué creen ustedes que significa toda esta metáfora del incendio en la excelente obra de Sánchez Ferlosio? - los alumnos me miraron con ojos inquietos. Arrojé la pregunta sobre una chica de aspecto dulce y de mirada miope que parecía prestar particular atención a mis palabras.
.- No sabría qué decir..., prefiero no hablar sobre el fuego,
.- ¿Y eso?
.- Es que a mí el fuego me enciende...
Tras los cristales pulcros de sus diminutas gafas volaba un reverbero de picardía. Sonrió, casi triste, y dejó al descubierto sus dientes deslucidos, en los que se leía una salud precaria, glotona de jarabes y pastillas. Los alumnos llenaron la clase de un alboroto de gallinero. Carcajadas. Descontrol. Toda la clase se vino al traste. Gracias a Dios, apareció el conserje. Asomó la cabeza por entre la puerta. Los chicos bajaron la guardia un momento y pude oír que el hombre me decía:
.- Don Alonso, que dice el director que le espera en su despacho.
.- Dígale que ahora mismo voy para allá.

Hay hombres que silban cuando orinan y hombres que se lo creen todo; hombres ingenuos que viven con la ilusión de que un día la vida les pondrá en su sitio. Yo soy de los que esperan. De los que contienen el aliento. Yo soy de los que miran hacia dentro y no les gusta lo que ven.
De El  El sueño de Cintia

lunes, 11 de octubre de 2010

SÁTIRO

¿Sabes por qué hace tiempo que no puedo escribir ni una maldita línea? Porque gasto todas las energías en masturbarme. Sí, lo hago a todas horas y en todas las posturas. Me masturbo con la pericia con la que el niño Raúl de aquel viejo cuento de Cela se medía las orejas, como dicen que lo hacen los monos, como supongo que lo deben de hacer los seminaristas y las monjitas sin vocación, como los condenados a muerte, como si buscara licuarme, con el fanatismo del que ha encontrado una religión nueva. He alcanzado tal pericia en el difícil arte de la masturbación que hasta siento lástima de esta soledad a la que me condena el oficio, lástima de no poder mostrar al mundo este talento tardío. Me gustaría masturbarme en la plaza, exhibiendo mi arte, como los pintores del Retiro o de las Ramblas de Barcelona. Sólo me detiene la pereza. Pero en verdad que soy digno de todo elogio. Lo hago a una mano y a dos manos, de pie y sentado, despierto y en duermevela. Ya no busco el placer; qué placer puede reportar un miembro casi desollado. Busco el perfeccionamiento, el cansancio, la huida. Busco la entrada al sueño. Busco alejarme de ti y de tus recuerdos. Busco evadirme, y miro el orificio de mi pene como quien mira la ventana, pequeña y lechosa, que puede conducirme hasta el Paraíso.

                En los entreactos, por tomar resuello, te he escrito este poema, que no todo no va a ser vocación.


Desde que me arrojaste de casa
con tus ardides, más claro veo,
oigo más nítido y más lejano,
marcha mi vejiga sin ambages,
no padezco mareos ni cólicos
ni ronco ni escupo ni vomito,
se fue aquella acidez de estómago
que tan desvelado me traía,
cago duro, puntual y breve,
y hasta orino clarete y atinado;
y tan grande revolución
ha provocado tu cornamenta
en mi cabeza, que al percatarse
en comunión con sus raíces,
no sé cómo ni de qué manera,
pero me ha brotado un pensamiento
en el centro mismo de este erial
desahuciado y triste que dejaste.

Del libro inédito Zorra mía, diario de un poeta recién  divorciado

sábado, 9 de octubre de 2010

Ha pasado un ángel

Hoy la he vuelto a ver después de cuatro años. Es lo que tienen los ángeles, que carecen de noción del tiempo y del espacio, ni siquiera de la oportunidad.
La primera vez que la vi era tan solo una niña, una gitana rumana, enjuta y relimpia, que llegó a la cafetería pidiendo limosnas y que al extender la mano sonreía a los clientes de una manera que al principio nos dejaba turulatos, sin saber muy bien de qué iba aquello, pero que luego, casi siempre, acabábamos sucumbiendo al encanto de su dentadura milagrosamente perfecta. Parecía, más que una mendiga, una niña de familia-bien disfrazada de mendiga para una fiesta de fin de curso.
Durante un tiempo se acostumbró a acudir por las mañanas a aquella cafetería y, por alguna rara razón, acabamos contrayendo casi una amistad. Yo la invitaba a desayunar e hice cuanto estuvo en mi mano para que aprendiera a leer y a escribir. Ella, a cambio, me contaba a su modo anécdotas de sus padres y sus numerosísimos hermanos. Cuando se aburría, se levantaba, se desvanecía en el aire y no la volvía a ver hasta la mañana siguiente.
Una mañana no acudió a la cita. Yo intuía que debía andar por ahí, mostrando su sonrisa por las tabernas a cambio de una moneda. Pero pasaron los días y los años, y me olvidé de que un día conocí a un ángel.
Esta mañana ha aparecido embutida en el cuerpo de una jovencita de doce o trece primaveras que en ella, de alguna forma, se han hecho otoños. Tiene menos años que mi hija y, sin embargo, tiene más edad, ya no es una niña, ni tan siquiera un ángel. Parecía sólo una muchacha triste. Al verme se sonrió, se acercó y me preguntó si me acordaba de ella. Y yo claro que me acordaba, cómo olvidarla. Me pidió dinero para no sé qué asunto, me contó sucintamente que no le iba muy bien y que necesitaba trabajo para ella y para sus hermanos. Yo no podía hacer nada, pero me ofrecí a acompañarla a la oficina de empleo y mediar por sus intereses. Pero ella no creía en esas cosas, “ demasiados papeles”, me contestó. Y se fue, tan derrotada, tan triste, tan humana que casi no se le notaban las alas. Ya no le refulgen los ojos, ya no le brilla la sonrisa. Ni siquiera me aceptó un desayuno.

Del libro Esa extraña familia de la que te hablé 
fotografía de Javier Remedios

Válvula contra el olvido

La respuesta siempre aparece cuando ya no me acuerdo de la pregunta. En alguna ocasión me preguntaron qué cosa me llevaría a una isla desierta y respondí una bobada, un libro, una navaja suiza, un rabo de nube. Algo así. Ahora que lo tengo claro, nadie me pregunta: me llevaría una olla exprés. El aliento de una olla exprés es un perfume con rescoldo de infancia. Y esa canción que silba la válvula de escape no la iguala ni el propio Serrat . Te hipnotiza. Si te quedas mucho tiempo junto al vapor del cocido la mente se te pone gaseosa y empiezas a alucinar. A Arguiñano le da por contar chistes, a mí me pone filósofo. Me da por pensar que la historia de las civilizaciones es la historia de una olla exprés, que unas veces da un gran cocido y otras te estalla en la cara, según la calidad de la válvula de escape. Las válvulas por las que el siglo XXI libera la presión son las ONGs. Si en la Francia del XVIII hubiera habido un par de ONGs repartiendo caldo caliente, se habrían ahorrado la Revolución Francesa. Y si Stalin , en vez de tanto gulag, hubiera abierto unas ONGs, los rusos continuarían aún en la inopia. Hoy, eso que llamamos Tercer Mundo, no es más que una olla exprés que tarda en explotar gracias a cientos de ONGs achicando presión. Este jueves escribía R. Entonado en este mismo periódico: "hoy más de 12.000 personas habrán perdido la vida a causa de una enfermedad: el olvido. Porque hoy, morir de kala azar, de Chagas, de malaria, de sida, de tuberculosis o por la enfermedad del sueño es lo mismo que morir del olvido". Destinamos más dinero a cirugía estética que a enfermedades tercermundistas. En una olla tan pequeña como la nuestra esto sólo es posible gracias al milagro de las válvulas de escape. Y ellas sin saberlo. 

Publicado en el  Periódico Extremadura el sábado 9 de octubre 2010

jueves, 7 de octubre de 2010

DINKIS

Dice la tradición, esa prisión invisible, que los hijos son la alegría de la vida, pero cada vez más gente prescinde de ellos y vive tan alegremente. Se les llama Dinkis, en inglés, que es el idioma en el que se bautizan las tonterías nuevas, pero también se les podía haber llamado Listis, de listillos, ya que son de los pocos que muestran habilidad para aprender en cabeza ajena.
Yo les alabo el gusto. Al menos ellos manifiestan determinación, lo cual ya es algo en esta sociedad de muñecos de cuerda, aunque sea la determinación de mantener una huelga de ovarios. Con un par. 
No debe ser fácil. Sobre todo para las mujeres, a las que educan en la idea de que el fundamento de sus vidas es llenar de hijos el mundo. Hasta la aparición de los Dinkis, una mujer sin hijos debía sentirse tan frustrada como un escritor republicano en el ABC. Como si no fuera más noble y más inteligente no tenerlos por propia voluntad que verte cargado de ellos por voluntad del azar. Que entre el Azar y el Descuido pueden repartirse la paternidad de la mitad de nosotros. Luego se le recrimina a Galdós que haga decir a uno de sus personajes: “ah, los hijos: una enfermedad de nueve meses, y una convalecencia de toda la vida”. Incluso habrá quien diga: “pero qué dice usted, señor mío, si los niños son una bendición de Dios.” Sí, pero, que yo sepa, en el Jardín del Edén no había niños. Dios fabricó a Adán y Eva ya maduritos: sólo les faltó la muela del juicio. Y si tener hijos es tan bueno ¿por qué Dios, que todo lo sabe, sólo tuvo uno? Y además se lo dio a una familia durante 33 años para que lo criara. Así cualquiera.

¿Tirar o Empujar?

Treinta y tres acepciones posee la palabra TIRAR según la RAE y, así y con todo, no habla de la más común de todas, la de tirarse a alguien, en el sentido de llevárselo al huerto. Puedes tirar algo hacia delante o hacia atrás, hacia arriba o hacia abajo, incluso hacia un lado; tirar de cartera, o entrar en un tira y afloja, por citar cuestiones cotidianas. Pocas palabras tan maleables. Entonces, cómo os sorprende que frente a un cartel con el rotulo de TIRAR, de esos que ponen en las puertas de ciertos sitios públicos, un tipo como yo se quede perplejo, sin saber hacia dónde dirigir la fuerza de su brazo. Lo sensato sería que la palabra viniera precedida de un breve paréntesis: hacia tí.
Pues el mismo titubeo padezco ante la palabra EMPUJAR, por más que sólo aparezcan tres raquíticas acepciones en el diccionario. Pero es que su acepción capital asegura que empujar es hacer fuerza contra una cosa para moverla, sostenerla o rechazarla, sin especificar tampoco la dirección hacia donde se aplica esa fuerza. Porque el empuje puede ser vertical y hacia arriba, como el de los cuerpos sumergidos en el teorema de Arquímedes, o aleatorio como el de las olas, que unas veces te empujan mar adentro y otras te expulsan hacia la orilla, como si les dieras asco.
Así pues, reconozco que soy de los que dudan, de los que se agarrotan, de los que quedan aferrados a las manecillas de las puertas de los bares esperando que alguien en dirección contraria deshaga el equívoco.
Y un día ese alguien fue ella. Una chica blanca, quebradiza y tímida a la que yo veía apuntándome con sus ojos asustados desde el otro lado de la puerta de cristal, sin atreverse a darle a sus manos la orden definitiva de tirar o empujar, en una confusión de términos que la paralizaban.
Y nadie más capacitado que yo para comprenderla. Tal vez por eso fui capaz de controlar mi turbación y logré que mis manos abrieran la puerta en un gesto amable de improvisado Cyrano. Ella, agradecida, sonreía y tartamudeaba, estatuizada en el umbral de la cafetería. Le hice saber que lejos de burlarme de ella, maldecía a los cafres que colocaban carteles confusos en los bares dejando al borde del ridículo a seres como ella, y como yo, gente simple a la que atenazan los imperativos.

Su timidez se convirtió en simpatía. Incluso me invitó a que la acompañara a tomar un café, a lo cual accedí encantado. Y juro que entonces ni pensé en tirármela. Pero el café se alargó hasta la madrugada. Y de allí pasamos a su apartamento, al sofá forrado de tela azul con ribetes dorados que habría de servir de nido a nuestros arrumacos, cada vez más ardorosos. Luego, cuando ya la tenía desnuda bajo mi cuerpo absolutamente encendido, a punto de explotar en un alarido cavernícola, me gritó descompuesta, mordiéndome los labios
empuja, empuja
y yo me quedé agarrotado, suspendido en una pregunta atenazante que mis labios no se atrevían a pronunciar.
¿tiro o empujo?
Ella, mimando el gesto, como si mi alma fuera un crucigrama resuelto, llevó una mano a mi nuca dulcemente, matrimonió su boca con mi oído, y dijo
hacia delante, y con fuerza.
Ese modo tajante de disipar mis dudas terminaron de convencerme de lo que ya sospeché en cuanto la vi tras aquella puerta de cristal: ella es la mujer de mi vida.

martes, 5 de octubre de 2010

SABOR A MI

Portada de Vito Cano
Mi novia era una guarra. Sin consideración alguna hacia el amor que yo la profesaba y con una noción más que confusa acerca de la fidelidad: mientras yo me desgañitaba en el escenario haciendo salir conejos de mi chistera, ella, entre bastidores, me la pegaba con el tragafuegos. Creo que de haber sido con el domador de leones no me hubiera dolido tanto; al fin y al cabo, siempre me quedaría el consuelo de una derrota infligida por alguien más perito que yo en fieras. ¡Pero con un comebrasas !

Deduje su traición por el pestilente sabor a queroseno que en la boca le dejaba el hindú a la muy pérfida. Por eso, en un ataque de cuernos, recurrí al auxilio de mi buen amigo Juri Gueller, el prestigioso combador de cucharas quien, además, tiene excelente mano para sortilegios, remiendos y desamores.

 En menos tiempo del que yo gasté en contarle el asunto, mi viejo amigo compuso un hechizo a base de mil abracadabras cuyo secreto no me atreví a preguntar. Ni diez minutos nos llevó la cosa. Con media sonrisa de condescendencia desfigurándole el rostro, me dijo que me fuera tranquilo a casa, que la maldición estaba en marcha. Y así fue. 

Al día siguiente, durante mi función, la muy reincidente volvió a solazarse con ese saco de huesos, esa sucia anguila del Ganges, pero, no me preguntéis cómo, mi amigo el brujo se las apañó para que el último beso del faquir quedara petrificado en el paladar de la infiel, que empezó a emanar tal efluvio a queroseno que hasta el propio tragafuegos acabó repudiándola, horrorizado de ver que se le metía en casa el olor del trabajo, como un niño agobiado por exceso de deberes. La pobrecita mía gastó una fortuna en enjuagues y colutorios que de nada le sirvieron. 

Al cabo de un tiempo la he vuelto a ver, solitaria, derrotada, compungida, vagando por la ciudad, cargada con un descomunal bolso que yo imagino atiborrado de esprais bucales en un vano intento por redimirse.

Desde que me tomé la molestia de enviarle una casete en la que grabé veintitrés veces seguidas aquel precioso bolero de los Panchos que decía aquello de "y en la boca llevarás sabor a mí",  no ha vuelto a dirigirme la palabra. Y es una pena, porque en el fondo yo sigo queriéndola.

Del libro Esa extraña familia de la que te hablé

domingo, 3 de octubre de 2010

Hábitos que envejecen

 
Estos son los hábitos que más envejecen, según dicen los expertos.

1.- Estar mucho tiempo delante del ordenador:
2.- Adelgazar de golpe
3.- No dormir:
4.- Tomar el sol o no ponernos crema con al menos SPF 15 
6.- Fumar (¡Y utilizar pajitas!)
6.- Frotarnos los ojos:
7.- Explotarnos los granitos:
8.- Usar productos que no son para nuestro tipo de piel
9.- Dormir de lado
10.-Lavarnos la cara con jabón

Pero, por lo que yo tengo observado, lo que más envejece es:

1.- Vivir durante mucho tiempo
2.- Vivir durante mucho tiempo en la pobreza
3.- Vivir tanto tiempo en la pobreza que te cargues de hijos
4.- Que los hijos también te salgan pobres
5.- Que tus hijos no vivan durante mucho tiempo.

Democracia en la barbería

ESCENA 1ª BARBERIA / JUAN. CECILIO. ANA. JOSÉ

CECILIO AFEITA A JOSÉ. HABLAN CON PASIÓN. JUAN TAMBIÉN INTERVIENE EN LA CONVERSACIÓN, A PESAR DE QUE ESTA ATAREADO LIMPIANDO EL ESPEJO.
ANA, MIENTRAS TANTO, ESTA EN EL MOSTRADOR Y NO VEMOS BIEN A QUE SE DEDICA.

JOSÉ.- Monarquía! Esa es la solución.

JUAN.- Qué dices: República! Eso hizo grande a los romanos.

CECILIO.- Democracia! No digáis tontería, por favor: al menos en la democracia habla el pueblo.

JOSÉ.- Habla la mayoría, que no es lo mismo; y los de la mayoría siempre son unos cafres. Cómo explicas sino que haya ganado el Blasones las elecciones?

JUAN.- Eso. En qué oficio has visto tú que se se prime la cantidad sobre la calidad, eh?

JOSÉ.- (HACE ADEMÁN DE RESPONDER PERO JUAN LE INTERRUMPE) ...!

JUAN.- El cine porno no cuenta...

CECILIO.- Pues yo prefiero que me mande una mayoría equivocada a un tirano hereditario.

JOSÉ.- Sí, de eso no hay duda: tú has nacido para que te manden.

ANA.- Bueno, ya está bien. Entonces qué, Cecilio, tú qué dices?

CECILIO.- Yo digo que democracia.

ANA.- De-mo-cra-ci-a. (APUNTA EN CRUCIGRAMA) Tienes razón, cabe. Venga, ahora ésta otra: río italiano de cinco letras.

CECILIO.- ¿Lo veis? Mito lucrativo de la era moderna y de diez letras, si es que era de cajón: sólo podía ser democracia...

Extracto del guión La barbería de Juan. Capítulo 13. 

sábado, 2 de octubre de 2010

Mensaje urgente

Españoles (léase este artículo preferentemente asomado a un balcón, con el brazo derecho un poco alzado y con leve temblor en la mano): después de lustros de lucha contra las hordas comunistas, puedo al fin informaros de que, definitivamente, tras la última batalla librada el pasado miércoles en eso que el enemigo de la patria quiso llamar “huelga general”, la guerra ha sido ganada. Nuestros sudores nos ha costado, nadie piense que ha sido fácil. Porque si de algo ha estado bien servida esta tierra es de listillos pretendiendo hacer creer a la gente que todos somos iguales y que la tecnología y la educación podrían espantar a la crisis. Lo cual, amén de una solemne estupidez, es una blasfemia. Si Dios hubiera querido igualdad no habría inventado la Coca-cola y la Pepsi, Caprabo y Mercadona, a Faemino y a Cansado. Todos seríamos del Real Madrid, y sería aburridísimo. Y si hubiera querido que los españoles fueramos innovadores y científicos, nos habría hecho alemanes. Menos mal que por fin el pueblo ha entrado en razón. Ningún progresista de tres al cuarto podrá negarlo porque lo he visto con mis propios ojos: obreros burlándose de la huelga, pequeños empresarios que sólo cerraban sus negocios al paso de los piquetes, familias enteras haciendo de la huelga un día de romería. Y sin necesidad de pegar un palo. Eso sí, se nos ha ido una pasta incrementando la dosis de fútbol entre semana y colocando a muchos de los nuestros en los partidos de izquierdas, pero, compañeros, españoles todos, el esfuerzo no ha sido en balde: el pueblo ha asumido con entereza que hay jerarquías y que donde hay patrón no manda marinero. Ahora sí que hemos ganado la guerra. Estamos a un tris de colocar a nuestro país en la gloriosa altura que lo dejamos en el 75. Arriba España.

PREGUNTAS DE UN ATEO

¿Existe Dios? ¿Es el alma esa cosa inmaterial, perfecta e inmutable que pretenden los teólogos? ¿Por qué San Agustín habla del " alimento del alma "? ¿Cuál es el menú del alma? ¿Y el de un teólogo? ¿Es que hay acaso comedores en el Paraíso? ¿Y a qué hora abren? ¿De qué se alimentará un teólogo? ¿De comida para el cuerpo o para el alma? ¿Existen en realidad los teólogos? Y ¿para qué sirve un teólogo? Y puestos a preguntar ¿de qué están hechos los rollitos de primavera? Y ¿Por qué Dios, en su divina omnisapiencia, castigó al Sol a trabajar a pleno día, a los ojos de todos, y a la Luna, siendo femenina, la colocó sola y en medio de la noche? ¿Nos quiso decir algo de la condición de cada quien? ¿Qué diferencia a un ángel de un arcángel? ¿Es cierto que los ángeles no tienen sexo? ¿Por qué, entonces, se aparecen solamente a pastorcitos en bosques recónditos? ¿Quiénes son los ángeles caídos ? ¿Caídos o tirados ? Y si es así, ¿quién se los tiró? Si el pecado original lo tenemos todos, ¿dónde radica su originalidad ? ¿Quién puso nombre a los animales? ¿Y no le da vergüenza llamar "panda" a un oso, sabiendo como sabe, su condición de solitario? ¿ Quién dice que la Naturaleza es sabia ? ¿No es el hombre el eslabón superior en la cadena de la evolución ?¿No es el hombre calco de la divinidad ? ¿Y no retratan siempre a Dios como un señor muy venerable, con sus melenas blancas y sus barbas de plata, como dios manda ? ¿No soy yo hombre acaso? ¿Por qué entonces mi perro, que es torpe y tonto y se sigue cagando en la alfombra, está cubierto de pelo por todas partes y yo, ay de mí, soy calvo? ¿Por qué, por qué, por qué ? ¿Cómo no quieren ustedes que sea ateo ?
                                        Del libro Esa extraña familia de la que te hablé 

viernes, 1 de octubre de 2010

HEDONISTAS

¿Sabía usted que el catálogo de IKEA se vende más que la Biblia y Shakespeare juntos? ¿Y por qué no? ¿Después de todo, quién es Shakespeare? Un tipo en leotardos que hablaba con calaveras. ¿Y la Biblia?, un inventario de judíos sin estampitas y sin fotos. Si al menos al capítulo de Noé lo sazonaran con fotos del tío de Bricomanía en plan “diez sencillos pasos con los que construir un arca en su jardín”, a lo mejor la gente se animaba. Pero falta motivación editorial. Luego, claro, sale el Documento para la reflexión y el Debate sobre la Educación en Extremadura con que “los alumnos extremeños son hedonistas, perezosos, indisciplinados, desmotivados”. Pues que le encarguen los libros de texto a IKEA.
Cómo van a ser hedonistas si no saben qué significa la palabra. Hoy llama usted hedonista a un chaval y le raja las ruedas del coche pensando que les estas nombrando a la madre.
¿Perezosos? ¿Gente que sale de madrugada y no llega hasta el día siguiente? Perezoso usted, que a las once está en cama.
¿Indisciplinados? ¿Esos que en la salud y en la enfermedad acuden a su hermandad nocturna del botellón con una disciplina que ya la quisiera el Sargento de Hierro? No señor. Yo, con mucho, les concedo lo de “desmotivados”. Ahora bien, qué motivación han de tener las criaturas, si entre el calentamiento global, la crisis general y la rapiña mundial, a los pobres no les queda agujero donde meterse. Y con el ejemplo que les damos de varias promociones de universitarios en desempleo, como para motivarles a meterse en su cuarto los fines de semana a papar libros. Yo creo que si en verdad queremos que la educación deje de ser un callejón sin salida, lo que debemos hacer es darles salidas a los que antes se esforzaron en labrarse una educación. A lo mejor así cunde el ejemplo.

DAÑOS COLATERALES

Después del asesinato de Juan el Bautista, Jesús llamó a los suyos a un lugar desierto, para que encontraran consuelo en la meditación y en la soledad. Pero la gente del pueblo, ansiosa por escuchar las palabras del Maestro y contemplar sus prodigios, le siguió en tal número que, para cuando Jesús y sus discípulos llegaron al lugar elegido, ya estaba repleto de un gentío bullicioso y expectante. El Nazareno sintió compasión y se puso a instruirlos largamente, de tal forma que, sin que nadie reparase en ello, había caído la tarde. En esas estaban cuando se acercó Simón y le dijo:”Maestro, esto es un despoblado y la hora es ya muy avanzada. Despídelos, para que vayan a sus casas a comer”. Pero Él le respondió: “Dadles vosotros de comer.” Y Simón acercó hasta el maestro un canasto con cinco panes y dos peces que él mismo había comprado en un tenducho de Betsaida. Entonces les mandó que hicieran sentarse a todos por grupos de cien y de cincuenta. Y tomó los cinco panes y los dos peces, levantó los ojos al cielo, dijo la bendición, partió los panes y se los fue dando a los discípulos, para que los sirvieran a la multitud: de igual manera dio a repartir los dos peces. Y todos comieron hasta quedar saciados.
Los que comieron de los panes y peces eran cinco mil hombres.
Aquel prodigio llenó de asombro a los presentes, que se hacían maravillas de las virtudes del hijo del carpintero. Sin embargo, entre tanta alegría, Simón había quedado envuelto en un mutismo triste, que no pasó desapercibido a los demás discípulos. Así se lo hizo notar Judas:
.- ¿Qué te pasa, hermano? ¿Tu alma no se alegra ante el milagro que acabas de presenciar?
Y Simón respondió:
¿Vistes a ese tipejo de la primera fila que no hacía más que frotarse las manos con cada pez y con cada pan que Jesús sacaba del canasto?”
Ya lo creo que reparé en él - respondió Judas-, pero qué tiene que ver la alegría de ese tipo con tu tristeza.”
Ese hombre - dijo Simón-, es el dueño de la tienda de Betsaida donde compré los panes y los peces. Como no disponía de dinero suficiente, me los dio a crédito...”

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