quédese con el cambio: enero 2011

BARRA DE TITULO

lunes, 31 de enero de 2011

LA PESADILLA QUE SE MUERDE LA COLA

Hacen falta maestros de la duda. Maestros del temple de Krisnhamurti, de Russell, de Lin Yutang, espíritus valientes y generosos, de los que enseñan a pensar manteniendo un pie en el estribo de lo incierto.

La duda añade humor a la vida y es motor de progreso; pero el año que acaba de comenzar tiene toda la pinta de ser un año de convicciones, de certidumbres; otro año más para los fanáticos y los tibios.

Se equivocó Bradbury en sus Crónicas Marcianas y se equivocó Huxley en su Mundo Feliz. Nada de positivas revoluciones tecnológicas, nada de grandiosos giros políticos, incluso las revoluciones que se están llevando ahora en los países árabes son apenas un leve soplo de esperanza para el humanismo: se las acabará tragando el sistema, como a todas las demás. No dejan espacio para las utopías.

sábado, 29 de enero de 2011

Historia de un apocalipsis

Una de las series más inquietantes que han hecho los ingleses en estos últimos años se llama Survivors y es la historia de un Apocalipsis. Otro más. Va de una epidemia que acaba con el 99%  de la población mundial. La civilización moderna, por supuesto, desaparece. Comienza, de la noche a la mañana, una nueva era para los supervivientes. Y curiosamente, lo que plantean los guionistas es que el mayor peligro al que tendrían que enfrentarse no sería el hambre ni los animales salvajes ni la inmensa tristeza de saberse sobreviviente en un mundo de muertos. El gran peligro serían los propios hombres. Los otros.
Más o menos como ahora. Usted o yo podríamos recorrer tranquilamente Europa de punta a punta, sin preocuparnos, como nuestros abuelos, ni de lobos ni de osos, pero sin perder de vista a los otros hombres porque en ello nos iría la vida.
Observe ahora mismo el salón de estudio de cualquier biblioteca pública. Abarrotado de chicos que estudian para los exámenes que se aproximan. Saben que el futuro que les estamos labrando es incierto pero ellos se atrincheran tras un muro de libros y esperanza. Ninguna otra generación tuvo como ésta tantas papeletas para la felicidad, y tantos motivos para desconfiar de los otros. Políticos incompetentes, bancos avariciosos, mercaderes que son como gusanos taladrando una manzana. Quizás no nos demos cuenta, pero ya estamos infectados por ese virus de la estupidez que amenaza con asolar al mundo.
Yo miro a estos muchachos que estudian y quiero creer que del talento de alguno de ellos nacerá ese libro, esa fórmula, esa filosofía que regenere, no la macroeconomía, sino el sentido de la dignidad. Ese por el que un hombre no tendría que temer a los otros hombres.

jueves, 27 de enero de 2011

Un jueves cualquiera después del Big Bang


El tren es uno de esos fantasmas entrañables que pasa poco por Almendralejo, pero, cuando lo hace, deja suspendida en el aire una sonatina de melancolía escrita con ritmo de traqueteo romántico que me hace pensar en Campoamor o en Machado contando sílabas con los dedos al compás que dictan los hierros.

El resoplido de un tren que cruza un pueblo es una invitación a la huida. Pero, en vez de huir, en las traseras de la estación de trenes de Almendralejo ha levantado su campamento una pareja de pordioseros. Son dos ancianos que parecen recién llegados de la película La carretera. Pasa el tren delante de sus narices y su magia les deja tan indiferentes que no les altera ni una pestaña. Ni curiosidad ni melancolía. Para ellos el sonido del tren es sólo un ruido que incordia sus siestas de quince horas.

Ahora caigo en la cuenta de que la melancolía es un privilegio del que no lo ha perdido todo, como supongo que pensar en la huida es privilegio de los que aún tienen esperanza. Será por eso que a estos harapientos les trae sin cuidado el vaivén de los trenes, porque para ellos ya no hay tren que pueda alejarlos de la miseria.

A sólo unos metros de este improvisado campamento de cartones y plásticos está la cantina de la estación. Como no hay clientes, el dueño se entretiene en ir quitando los restos de unas guirnaldas que penden del techo como cadáveres del fantasma de las navidades pasadas. Según leo en la prensa, el noventa por ciento de los juguetes que se regalaron en navidades eran de países en donde los obreros son niños obligados a vivir en un cuento de Dickens. Es curioso, creíamos que la lucha obrera consistía en hacer desaparecer la tiranía y resulta que lo que hemos hecho es desplazarla, quitarla de nuestra vista para que no moleste.

Son las contradicciones de la Sociedad del Bienestar. Por un lado, te permite atrincherarte en casa, frente a un televisor de pantalla extraplana, al resguardo de la inmundicia del mundo. Y, por otro, esa misma tecnología te mete en el salón las miserias y los dolores ajenos, que era justamente de lo que uno pretendía huir. Le compras al niño un ordenador para que no ande por la calle haciendo el cafre y, en cuanto te descuidas, lo tienes hecho un pederasta.

Suena el tren a lo lejos. El frío amaina. Es un jueves cualquiera después del Big Bang. Los mendigos ancianos, sentados sobre un taco de periódicos y cartones viejos, contemplan cómo el tren desaparece en el horizonte sin decirse ni una palabra. Cuando se han gastado las esperanzas no hay más opción que el silencio. Buenas noches, mundo.

martes, 25 de enero de 2011

Comprar, dormir, comprar

He arrojado por la ventana dos borbotones de insomnio y la noche ni se ha inmutado. Delante de mis ojos, despatarrado y frío, el cadáver del invierno. A mi espalda, ovillada araña de carne, mi hija teje los últimos sueños de su infancia. En noches así parezco un alma en pena que pasea por la casa su forzosa condición de ángel de la guarda. He entrado en su habitación de puntillas en mitad de la madrugada sólo por mirarla dormir, sólo por beber un sorbo de su respiración caliente y me he quedado contemplándola unos segundos casi sin reconocerla, de lo mayor que está, de lo mayor que estoy.

Dicen que el insomnio es el recibidor de la locura, la antesala de la depresión, pero mi insomnio es de los amables, quizás porque está flanqueado por los sueños de las personas a quienes quiero. Preferiría, desde luego, vivir un rato en la libre fantasmagoría de los sueños, aunque, al igual que Cernuda, tendré que conformarme con la libertad de estar preso en aquellos cuyos nombres no puedo oír sin escalofrío.

No diré que me espanta la noche, porque la porción de noche que miro por esta ventana mía no es ni la mitad de pavorosa que será cuando amanezca, es sólo que me gustaría poder decirle estas cosas a mi hija si despertara y se pusiera a mirar conmigo el bostezo inmenso de la noche. Le diría cuánto lamento que la vida haya tomado este derrotero tan ridículo y tan distinto al que me hizo creer la lectura de ciertos libros. Casi treinta años debe hacer ya que leí El Mediterráneo y los bárbaros del norte, de Luis Racionero, donde exponía aquella teoría de una sociedad del ocio en la que el trabajo debía ser cosa de máquinas o, si acaso, un escape contra el aburrimiento. Hablaba este hombre de lo terrible que fue para la cultura del Mediterráneo la aparición de los bárbaros del norte. A ellos les importaba un comino el humanismo y los logros de la vieja civilización; lo que les interesaba, y les sigue interesando, es el goce del poder, el dinero. Llegaron gritando “por Odín”, ahora gritan “por Botín”. Hemos entregado nuestro destino y el de nuestros hijos a manos de mercaderes sin conciencia a cambio de un puñado de puestos de trabajo que no nos interesan y que ni siquiera están bien remunerados.

Hoy mismo he leído en la prensa que se extinguen los delfines de agua dulce, que cuatro mil niños de la misma edad de mi hija mueren al día por falta de agua, aunque en la misma página del mismo periódico se habla de la construcción en Qatar de trescientas islas artificiales para disfrute de quien pueda pagarlas y, unas páginas antes, el director del Centro Meteorológico Territorial de Extremadura advierte que no habrá marcha atrás para la Tierra si persistimos en seguir arrojando gases a la atmósfera.

Ya ves, mi pequeña, te he metido de lleno en la boca del lobo. Espero que sepas perdonarme. Te he traído, sin pedírmelo, a un mundo raro y complejo. Si miro por la ventana veo el Paraíso. Pero un Paraíso gobernado por estúpidos que pretenden silenciar nuestras ansias de vivir con un mezquino puesto de trabajo que la mayor parte de las veces no es más que otra forma de barajar la miseria. Por lo general no sirven ni para calmar la sed de una hipoteca. Ojalá que también tú, mi pequeña, tengas tu porción de Paraíso, aunque de seguir a este compás de consumo y devastación, las empresas que más puestos de trabajo aportarán en el futuro serán aquellas dedicadas al recuento de especies extinguidas y a catalogar enfermedades nuevas.

La oscuridad remite. Abre el día. Mi hija duerme por mí y por ella. Es la caja de ahorro de mis sueños. Mis mejores sueños. Disfruta de tu ración de Paraíso. Sueña, pequeña, que paseas por la orilla de una de esas islas artificiales de Qatar. Sueña. Incluso despierta. Dame a mi el oficio del insomne. 

viernes, 21 de enero de 2011

ACLARANDO TÉRMINOS


Los políticos están la mar de contentos con el nuevo Estatuto, y seguro que no les falta razón, pero uno pregunta por la calle y la opinión se divide entre los que creen que un estatuto es el sitio donde los chavales se sacan el bachillerato y los que creen que es la enfermedad que pillaban los marinos por no comer fruta. Y como ésta, muchas palabras solo sirven para confundir a la gente. Pues bien, he aquí un glosario urgente de términos políticos que aclaran el asunto.

Estatuto: amalgama de la frase italiana “está tutto pieno”, todo lleno, usada para señalar que no cabe ni un tonto más. Por economía del lenguaje se dice estatuto o norma, que es otra reducción de la palabra “normal”, es decir, que si usted ve que está-tuto hasta el culo de idiotas, no se alarme, es normal. Hasta pocos hay, para estar en manos de quienes estamos.

Comunidad Autónoma: Curioso grupo de personas circunscritas a una porción de tierra donde, según su propio criterio, el cielo es más azul, las vacas más gordas y el idioma más puro que en las porciones vecinas. Dónde va a parar.

Bandera autonómica: Símbolo que unifica criterios. También se llama enseña, estandarte o blasón pero, entre usted y yo, con llamarla “dinero” le entenderán en todo el reino.

Patrimonio de la Comunidad Autónoma: Alude a la industria, al idioma, al paisaje y al tonto del pueblo. Con esto de la crisis apenas quedan industrias y la plaza de tonto está reñidísima; yo me presentaría, lo malo es que piden carné del partido. 
 
Himno autonómico: Politono que suena en los actos oficiales. Es muy emotivo y tiene la ventaja de que al que se aprende la letra le conceden dos créditos para el puesto de tonto del pueblo. 
 
Ideal: En singular no significa nada; en plural es una marca de tabaco.

Dimisión: palabra malsonante que se pronuncia sólo si se está en la oposición. En realidad nadie sabe de qué se trata porque, como el unicornio, todos hablan de él pero nadie le ha visto. Según fuentes regular informadas, dimisión es una categoría que divide a los políticos de raza, como en el fútbol, en políticos de primera dimisión, de segunda y de dimisión preferente, pero no me hagan mucho caso.

Votox: Toxina botulínica usada como cosmético. Llamamos, pues, intención de votox al tipo o tipa que está pensando en inyectarse, pero, por lo que sea, aún no lo tiene claro. Para el mejor uso de la mercancía, se recomienda inyectarse cada cuatro años. Un votox mal inyectado puede producir parálisis del sistema o corrupción en los órganos blandos, por eso cada vez hay más indecisos.

miércoles, 19 de enero de 2011

FANTASMAS

El perro de mi vecino aúlla cuando pasa una ambulancia o un coche fúnebre. Últimamente también aúlla cuando paso yo. ¿Es un cachondo o es que me está queriendo decir algo este hijo de perra? No lo sé, el caso es que el trayecto que va de mi casa a la cafetería me lo he pasado rumiando esta idea como si de un hueso sin tuétano se tratara. Y allí, frente a uno de los espejos que desafortunadamente tiene el bar de mi barrio, al fin he descifrado la broma. Me he visto tan mayor en ese puto cristal que he caído en la cuenta de que el perro de mi vecino no me aúlla a mí sino a todos los cadáveres que pasean conmigo. Porque uno, como quería Quevedo, es una presente sucesión de difuntos, y saca a pasear a sus sucesivos fantasmas como el que saca a pasear al abuelo artrítico. Sólo que a veces lo olvidamos.

Yo tengo, como todo el mundo, mi propia jauría de fantasmas. El niño que fui -quizás el niño más soñador e inocente que haya conocido aquel viejo barrio de pueblo y que murió de una sobredosis de realidad-, pasea junto al fantasma del adolescente tímido y lascivo, lector y megalómano. Y, a su lado, cómo no, aquel muchacho joven que por pura timidez tapaba los silencios con un friso de tonterías interminables. Esos fantasmas y más, son a los que aúlla el perro de mi vecino. Si me concentro un poco, también yo puedo verlos. Puedo oírlos. Hace unos días, un amigo me pidió que le echara una mano en buscar un epitafio para la lápida de su padre. Y resulta que su padre fue uno de esos hombres que marcaron, para bien, gran parte de mi infancia. El, por ejemplo, puso en mis manos mi primer disco de música clásica. En fin, que buscando algo que poner en la lápida de mi amigo me he sorprendido hablando con él como si fuera uno más de mis propios fantasmas. Y es que quizás no seamos tan egoístas ni tan estúpidos como aparentamos. Quizás no solo de virutas de nuestra vida se alimentan nuestras almas sino que también tienen trazos y trozos de las almas de aquellos a los que amamos. Si alguna vez nos hacemos mejores es por cuanto de ellos hay en nosotros. Días hay en que, cuando más solos creemos estar, paseamos, en realidad, con una legión de fantasmas. Nosotros no lo sabemos, pero los perros sí.
Al menos el perro de mi vecino, que es un cachondo.



martes, 18 de enero de 2011

Carta abierta a Pedro Jota

Querido Pedro Jota, no sé qué interés te mueve a decir que en las próximas elecciones cambiaremos en Extremadura izquierdas por derechas, pero creo que tus encuestadores te están confundiendo. 

Te recuerdo que cuando este gobierno llegó al poder mi tierra era la última de las diecisiete regiones españolas. Ahora somos la decimoquinta. Y sólo en treinta años. Danos otros treinta y verás cómo nos ponemos a la par con Soria. Menudos somos cuando nos marcamos una meta. 

Tú es que no nos conoces, pero si dejaras el despacho y te acercaras a estas tierras, aprenderías mucho sobre nosotros. En tren no te  lo recomiendo , que de eso apenas tenemos. En avión tampoco, la verdad, que nuestro aeropuerto, con ser un poco cutre, es el más caro de España. Mejor ven en tu coche privado, que de autovías tenemos como para no apurarlas. Aquí es que las mujeres públicas, el escarnio público y el transporte público están muy mal vistos. 

Pero, si te decides a venir, ya verás qué cielos tan limpios, como que apenas hay fábricas que lo ensucien. Y qué ríos, y qué montes, y qué cortijos, y qué cotos de caza. Aunque lo que más nos enorgullece es lo bien que se vive por aquí. Observa a cualquier consejero y verás qué calidad de vida. Y qué tranquilidad. Es lo que tiene el no tener trabajo, que relaja mucho. 

Así pues, querido Pedro Jota, qué empeño íbamos a tener en cambiar de gobierno cuando la nuestra es la izquierda más original de Europa. Tan original que creo que es única en su ramo. Una izquierda monárquica, apostólica y romana, que se desayuna con los obispos, se acuesta con la banca y se emociona con los desfiles militares. Futbolera, torera y misacantana. Con una izquierda así, ya me dirás qué coño prisas hay por cambiar a un gobierno de derechas.

lunes, 17 de enero de 2011

SOBRE EL AMOR

Para Benedicto XVI Dios es amor. Para José Luis Perales el amor es un paraguas para dos. Por esa regla de tres, Dios es un paraguas. Y por qué no, si Dios es Omnipotente lo mismo le da convertirse en un paraguas que en una zarza ardiendo. Suena raro, pero cosas más raras sacan por la tele. Además, no vendría mal un paraguas con la que está cayendo. Hasta Joan Báez cree que nos precipitamos al Apocalipsis. Y eso que ella ya no canta.

Comprometerse con la libertad y descubrir qué es el amor es lo único que importa en la vida, dijo Krishnamurti. Y yo le creo. O le creía hasta que vi una foto suya y descubrí que se peinaba como Iñaki Anasagasti. Cómo vas a creer a un tipo que te habla sobre la verdad y la transparencia si te oculta su calva bajo una ensaimada.

En cualquier caso, Krishnamurti fue un señor muy especial. El mismo día que le nombraban Papa de su religión dijo que se lo había pensado mejor y que toda religión corrompe la idea de Dios y que prefería renunciar al dinero, al cargo y disolver la parroquia. Algo así como que cada cual en su casa y Dios en la de todos, pero en indio, que es más difícil.


No sé qué habría pasado si a Benedicto XVI se le hubiera ocurrido algo semejante. Salir al balcón de la Plaza de San Pedro y decir: señores, hasta aquí hemos llegado. Pero, en vez de eso, lo que hizo fue escribir una encíclica diciendo: “la caridad cristiana no es medio para transformar el mundo de manera ideológica y no está al servicio de estrategias mundanas”. Si no sirve para cambiar el mundo, para qué podría servir una religión. Se conoce que el reino de Benedicto XVI no es de este mundo, aunque eso no le impide vivir a cuerpo de rey. No pretende descubrir qué es el amor como Khisnamurti, sino que lo da por descubierto y lo muestra a la cristiandad. Lástima que no atine con una definición hermosa como la que hizo Martín Garzo en un artículo: “el amor es el esfuerzo de igualdad entre los que son diferentes”. El Papa, por el contrario, habla de ágape, de Eros, de matrimonio y de eternidad. Casi prefiero el paraguas del Perales. Un paraguas no sueña con la eternidad. Su único destino es quedarse olvidado en el rincón de una cafetería o confundirse entre sus semejantes

viernes, 14 de enero de 2011

TOP TEN


Estas frases aún no las han dicho los personajes a los que yo se las atribuyo, pero seguramente sea porque no se han atrevido.


1.- Mira que os lo tengo dicho: lo que ZaP-empieza, Rub-alcaba. (Mariano Rajoy)

2.- Cerramos por reformas: siempre pensando en mejorar nuestros servicios. (ETA)

3.- Fenosa, de entrada no; de nómina, un pico. (Felipe González)

4.- España va bien, pero Endesa va mucho mejor, para qué engañarnos. (José María Aznar)

5.- No dejes para Rubalcaba lo que pueda hacer Rajoy. (Eslogan electoral del Partido Popular)

6.- No se puede fumar; no se pueden piratear películas; no se le puede pegar a la mujer; no se puede expulsar a los moros: ¿dónde coño están nuestras libertades? ¡Este país se está yendo a la mierda! (Josep Anglada)


7.- El matrimonio homosexual es una clara rebeldía del hombre contra sus límites biológicos. Nosotros abogamos por leyes que acaten la antropología de la fe y de la recta razón y, si la razón, además de recta, es larga y dura, con más razón la acatamos. (Rouco Varela


8.- Para cobrar la jubilación no bastará con tener 67 años, también será necesario haber cotizado más de 35, aguantar tres minutos bajo el agua y correr los 100 metros vallas en menos de 10 segundos. (Zapatero


9.- Cuando el Tesoro Público coloca su deuda, todo el mundo lo celebra; pero, si soy yo el que se coloca, es que soy un drogadicto. ¿Es o no es para cabrearse? (Melendi


10.- Exhorto a todos los gobiernos a promover sistemas educativos que respeten el derecho de las familias a decidir sobre la educación de los hijos; siempre, por supuesto, que decidan como Dios manda. (Benedicto XVI

lunes, 10 de enero de 2011

NOCHE DE FIESTA

Camino por la noche entre fantasmas que se me parecen. Entre muchachos que llevan los veinte años a cuestas como un fardo de plumas. Muchachos que ríen como yo reía hace veinte años, con los ojos desesperados del náufrago que busca un salvavidas en los ojos de muchachas que pasan amenazantes y seductoras como fragatas de guerra. Uno se recuerda, en noches como esta, surcando las oscuras aguas de la noche con el sigilo de la canoa del último mohicano, buscando en solitario la batalla de la carne, macerando porciones homeopáticas de una tristeza inexplicable, siempre añorante de otras vidas distintas a la mía, el cuerpo y el alma en perpetua descoordinación.

Voy por la noche en cuesta abajo como por un poema de Octavio Paz, torciendo siempre la misma esquina que lleva siempre al mismo sitio donde están siempre los mismos rostros con los mismos ojos formulando la misma pregunta sin respuesta.

De repente me he reconocido en el gesto de ese muchacho que amarra su tristeza a los posos de un vaso de tubo. Qué dulce es la exhibición de la tristeza en medio de un rebaño de frenéticos que bailan al ritmo de la canción del verano. Qué dulce dejarse acunar por la melancolía cuando el mundo a tu lado parece no querer enterarse de los padecimientos de tu corazón. La tristeza a los veinte años es sabrosa como un amor platónico, y letal como un mejunje salido de las manos de Lucrecia Borgia.

Y aún así, los ojos de aquel muchacho, como los míos de ayer, miraban al precipicio de los cubitos de hielo con una pizca de orgullo en la retina, como si estuviese al tanto de un secreto que a los demás nos fuese inasequible. Aquel muchacho parecía que acababa de hablar con el ángel que comunicó a Lot los designios de Sodoma.

Pero yo sé que no, que los ángeles no existen, que no hay belleza en ese flagelamiento que eligen algunos chicos a esa edad. De sobra conozco los cantos de sirena de la tristeza. Por eso me habría gustado acercarme a ese muchacho triste, agarrarlo fraternalmente por los hombros y sacarlo de sí mismo al arrullo de los versículos del Eclesiastés: "Y alabo la alegría, porque no hay otra dicha para el hombre bajo el sol que comer, beber y gozar, eso es todo cuando le queda de su esfuerzo durante los días de vida que Dios le concede. Y hasta eso es vanidad".

Pero no le dije nada. Me limité a observarle a hurtadillas y dejé que la vida siguiera su curso, para que también él, algún día, dentro de veinte, de treinta años, se encuentre a sí mismo, en una noche de fiesta, caminando entre fantasmas que se le parecen, reflejado en los ojos de un muchacho triste que busca la redención en el cuadrilátero transparente de unos cubitos de hielo.




viernes, 7 de enero de 2011

CARTA DE UN JOVEN SUICIDA


Señor Juez:
me dirijo a usted para que no se responsabilice a mis padres por el acto que estoy a punto de cometer. Actúo por mi sola voluntad y con pleno dominio de facultades, a sabiendas de que es una decisión drástica, pero meditada durante meses. Que nadie diga que lo hice huérfano de una voz amante que recondujera mis ánimos; en realidad, varias fueron las personas que trataron de disuadirme, aunque a estas alturas de mi vida lo tenía ya tan decidido que nada habría evitado que hiciera lo que voy a hacer: voy a matricularme en la Facultad de Humanidades.

Sí, ya sé que a usted también le parecerá un despropósito y un suicidio intelectual que malgaste mis mejores años en algo tan sin provecho, pero qué quiere: contra vocaciones fuertes no hay quien luche. Y, sólo para que conste, dejo por escrito mi certeza de que, en el mejor de los casos, me esperan cinco años de carrera, dos de CAP, tres de oposiciones,  diez años en los que habré sangrado la economía familiar, habré anestesiado mi amor por la literatura y ahogado el poco o mucho interés que tengo por el arte, aunque, eso sí, seguiré tan ignorante como hasta ahora, sólo que algo más cínico y pedante.

Nada me gustaría tanto como seguir los consejos de mi pobre padre que se desespera para que me haga banquero, compra-venta de oro, tertuliano de sobremesa, concejal de algo, cualquier cosa de utilidad y por la cual la sociedad sienta un mínimo de respeto, menos encaminarme hacia el sector de la educación, abandonado de Dios y de los hombres; pero, ya le digo, no puedo contenerme. Debe ser por el exceso de sopa de letras que ingerí de pequeño. Sea como fuere, y a punto de firmar la matrícula, me despido de cualquier oportunidad de llevar una vida de lucro, placer y boato.

Suyo, Pánfilo Bendito

lunes, 3 de enero de 2011

EXCLUSIVA DE LOS REYES MAGOS


En cuanto supe la noticia de que a los tres Reyes Magos los tenían encerrados en los calabozos de mi pueblo, corrí a ver si era cierto. Y lo era. Aquí es, me dije, donde se demuestran los periodistas de raza, y me improvisé una entrevista, que a continuación transcribo.

Quédeseconelcambio: ¿Cómo acaban tres reyes de oriente en la celda de un pueblo extremeño?

BALTASAR: ¿Y te extraña? Orientales, mayores de 65 años y sin papeles: estaba cantado.

Quédese: Hombre, visto así…

GASPAR: Ya se lo venía diciendo yo a estos: cuidado que tres tipos vestidos de albornoz entrando en plena noche por los balcones de las casas a dejarles regalitos a los niños es como para que nos encierren. Pues que si quieres arroz, Catalina.

Quédese: Sí, la verdad es que lo que se dice muy normal, no es, pero, no sé, ¿después de tantos años? ¿Es que ya no se respetan las tradiciones?

GASPAR: No, si con las tradiciones no ha habido problema, el problema ha sido que han pillado a Melchor fumando en un recinto cerrado, y ya ve usted.

Quédese: Ah, ¿pero usted fuma?

MELCHOR: Yo que voy a fumar. Era incienso, pero cualquiera hacía entrar en razones al municipal. Yo le decía: oiga, caballero, que esto es una vara de incienso, para santificar el recinto.

Quédese: ¿Y el municipal que les dijo?

BALTASAR: Pues nos dijo: eso se lo cuenta usted a la Pajín. Yo veo un cilindro echando humo, y me curo en salud…

GASPAR: Y nos metió en este agujero.

Quédese: No me lo puedo creer: ¿por encender una varita de incienso?

GASPAR: Hombre, tampoco ayudó mucho el que éste dijera que en la puerta nos esperaban nuestros camellos. Tenía usted que haberle visto la cara. Ni que fuéramos delincuentes.

Quédese: No, si ustedes fueran delincuentes no estarían en prisión. ¿Y, ahora, qué piensan hacer? ¿Han llamado a sus abogados? ¿Es que no hay nadie en el cielo que pueda echarles una mano?

MELCHOR: Sí, pero es que por estas fechas no trabajan.

GASPAR: Están de cumpleaños. Dos mil, cumple el hijo del jefe. Muchos, ¿verdad? Pues le siguen llamando “Jesusito de mi vida”.¿Es o no es para mosquearse?

Quédese: ¿Y no tienen ustedes servicios mínimos?

BALTASAR: Que va, por estas fechas los únicos que trabajamos somos nosotros. Los Reyes. Para que luego digan.

Quédese: Eso será porque no son ustedes muy buenos en lo suyo, porque aquí, en cuanto alguien descolla, lo jubilan, como al Gabilondo.

GASPAR: Que va, hijo, son cosas de la religión. Mira a Zeus y a los suyos que tardaron más de mil años en jubilarse.

Quédese: Sí, hasta que llegaron ustedes. Pero, y no lo digo por molestar, admitan que su religión también está ya de capa caída.

BALTASAR: ¿A qué se refiere usted con eso, jovencito?

Quédese: No sé, pero me parece que eso de que un Dios sea una trinidad queda como un poco obsoleto…

MELCHOR: ¿Obsoleto? ¿Pero qué dices, chaval? Si seguimos marcando  tendencias: según Vara, el sucesor de Zapatero  también es tres en uno: Alfredo, Pérez y Rubalcaba.

Quédese: Ahí, lo ve, me han pillado. Pero, cambiando de asunto, ¿qué les parece eso de que en su nombre el mundo se entregue a una orgía consumista?

BALTASAR: Ah, pero ¿todavía quedan comunistas?

MELCHOR: Consumistas, Balta, consumistas. A ver si cambiamos las pilas al audífono.

GASPAR: Nosotros en política no nos metemos. Lo nuestro es llevar amor y paz al mundo.

Quédese: ¿Y por qué se vienen tan lejos, con todo lo que hay que hacer en Oriente?

BALTASAR: Ah, pero ¿esto no es Oriente?

GASPAR: Hijo, esto va a ser el GPS, que aún no lo dominamos.



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