Al gobierno, a cualquier gobierno
en cualquier época y lugar, le pasa como a Neruda, que le gustas cuando callas
porque estás como ausente. Y un cuerpo ausente y calladito resulta más
gobernable que uno tangible pero ruidoso y reclamón. A los señores del gobierno
les levantas jaquecas con tus reclamaciones y tus consignas.
Al gobierno le pasa como a Lorca,
que te quiere verde, aunque sea verde charco, o verde indigesto de tanto tragar
sapos o el verde de los monárquicos, para quienes verde son las siglas de Viva
El Rey De España.
Al gobierno, a cualquier
gobierno, vas tú con tu hijo en la cuna del hambre a reclamarle que tenga con
tu declaración de la renta los mismos miramientos que tiene con la de la infanta,
pongamos por caso, y te dice que se siente, que si se equivocó la paloma, se
equivocaba, siendo la paloma, como todo el mundo sabe, una y trina, por qué
diablos no iban a poder equivocarse ellos, pobres mortales.
A un gobierno vas tú a preguntarle
cómo se sostiene una Hacienda cuando los urdangarines y los bárcenas y los
gurtel y los mesis y la madre que los parió a unos y a otros la burlan con tal
descaro, y el gobierno, ni corto ni
perezoso, va y te dice, y tú me lo preguntas, Hacienda eres tú. Para el gobierno, nuestras vidas son los ricos
que van a dar a la mar, a ser posible un mar caribeño donde el dinero negro no
deje estelas ni haga camino al andar.
Al gobierno, bien mirado, se le
puede acusar de carecer de programa, de malintencionado e incluso de embustero,
pero habrá que admitirle una culturita poética de primer orden. Ahora bien, lo que debiera saber el gobierno,
de cualquier época y lugar, es que a veces a la gente le pasa como a Neruda y
se cansa de ser hombre, de tanta poesía, de tanta mentira y de tantas hostias.
Es genial. Me estoy tronchando de la risa. A veces reírse es lo más serio.
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