La compasión es el sentimiento
que nos mueve a aliviar la pena del otro echando parte de su sufrimiento sobre
nuestras espaldas, aunque el otro, en ocasiones, tenga más cara que espalda. Es
lo que piensan algunos sobre mi paisano Tarazona, que tiene la cara como el
cemento. Otros, por el contrario, le ponen como ejemplo de talento natural
desaprovechado. Con las dotes demostradas por este hombre para hacer desaparecer
dinero ajeno, en cualquier otra parte que no fuera esta Extremadura nuestra,
hace años que estaría de tesorero en un partido político de postín.
El jueves quedó su juicio visto para
sentencia. La defensa pide compasión a su señoría ya que el señor acusado acusa
inteligencia límite, lo cual no deja en muy buen lugar a esos concejales y
alcaldes a los que engañó. Y como si esto fuera poco, añade que su defendido
padece carácter narcisista y delirios de grandeza. Con esos mimbres, si
estuviera de mi mano, no sólo le absolvería sino que propondría su nombre para
una calle. Porque ahora sabemos que cuando Rajoy le dijo a Zapatero quítate de
ahí, inútil, que yo te enseñaré cómo se gobierna un país, lo que tenía detrás no
era un programa sino delirios de grandeza. Como el propio Zapatero y cuantos le
precedieron. Pero es que sin delirios de grandeza cómo llamarte Rey de España y
dormir por las noches tan tranquilo. Y no digamos ya para ser Papa,
representante, nada menos, que de Dios en la Tierra.
Tener inteligencia límite, afán
desmedido de lucro, una cara de hormigón armado, desprecio absoluto por el
otro, egolatría y delirios de grandeza nunca ha sido motivo de escándalo en ningún
país. Y menos en este. Y menos ahora.
Con eso y un poco de poca vergüenza fundas una religión, un partido, una cadena
de televisión, y a vivir que son tres días.
Publicado en El periódico Extremadura, sábado 20 de Abril de 2013
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