Hay palabras
de nuestra lengua que nos han acompañado por siglos. Algunas de ellas, como /kára/,
de la que ya he hablado aquí, son más antiguas que nuestra propia memoria.
Otras vinieron con los romanos y permanecieron con nosotros cuando ya los romanos
no eran más que un recuerdo, si bien transformadas y maquilladas al gusto de los
tiempos nuevos. Y otras, las menos, se agotaron en el camino y desaparecieron. O eso puede parecer a simple vista. Son de esas palabras que nos encontramos a veces en los viejos libros
medievales y que nos resultan del todo opacas, como si esos caracteres de los
que se compone la palabra se hubieran transformado en huesos fósiles de un
animal extinto. Podría decirse que las usamos como a mulos de carga; gastamos lo
mejor de su edad y, una vez agotadas sus fuerzas, dejamos su cadáver en el osario, y a otra cosa, mariposa. Una de ellas es la palabra vito.
Vito: se
llamaba así a la provisión de comida para el camino. Del latín, victus-us,
sustento, víveres, comida. Con este significado lo recoge el diccionario de
Salvá de 1846, aunque ya la marcó como voz antigua. En el Suplemento de
Domínguez de 1869 la encontramos por última vez con este significado, aunque es
notorio que Domínguez copió literalmente la voz de Salvá. La Academia nunca la
incluyó en su lexicón con este sentido, considerando que ya era palabra muerta
cuando se elaboró el diccionario de Autoridades de 1739, que es cuando se
publica el volumen correspondiente a las letras S-Z.
La
documentación más antigua que poseemos de esta voz se encuentra en la Vida de
San Millán de la Cogolla, escrita en 1230 por Gonzalo de Berceo:
“Quarenta años visco solo por la montaña,
nunqa de omne ovo nin solaz nin compaña,
nin vito nin vestido, qe es mayor fazaña:
¡ confessor tan precioso non nació en
España!
En tiempos de
Fernando de Rojas, es decir, principios de siglo XVI, aún es un vocablo en uso,
pues en el séptimo auto de la Celestina se dice: “No quiero en este mundo, sino
día y vito y parte en paraíso”, pero
ya es una expresión fosilizada en un refrán, y es muy probable que a la mayoría
de los usuarios se les escapase el verdadero significado de la palabra.
La
expresión día y vito se usaba, a
decir de Covarrubias, 1611, con el significado de “pasar los días con el
sustento parco y moderado, cuando uno gana su jornal y este se come sin poderle
sobrar nada para mañana”. El Autoridades de 1732, en una de las acepciones de
la palabra día, al referirse a este refrán, le da el significado de “ración
segura, disfrutada con descanso”.
Sin embargo,
una vez dicho todo esto, hay que añadir que las palabras raramente mueren. Se
niegan a desaparecer. Y, de un modo u otro, siempre dejan un rastro. Así, aquel victus con el que los latinos llamaban a su comida, y que nuestros antepasados denominaron vito, sobrevive, aun hoy día, en la palabra vitualla,
de donde nace esa otra tan querida para los aficionados al deporte: avituallamiento,
que es, como nadie ignora, el conjunto de alimentos necesarios para
que el deportista no se desvanezca sobre la pista. No muy lejos, pues, del significado de aquel día y vito, la comida parca y moderada de
los tiempos de Celestina.
Gracias por culturalizarnos un poquito!!! dicho esto te dejo, que voy a buscar avituallamiento a la nevera...ajajajajaj tanto leer me ha entrado hambreeeeee Abrazo
ResponderEliminargracias, Kira, por los minutos dedicados a esta lectura. Al menos, admitirás que te sirvió para despertarte el apetito. Un abrazo.
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