quédese con el cambio: EL ÁNGEL DE LA ESPADA DE FUEGO

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sábado, 25 de octubre de 2014

EL ÁNGEL DE LA ESPADA DE FUEGO


De los millares de seres terribles que ha inventado la literatura universal, el más terrible, sin duda, por motivos que cualquiera conoce, es el Dios del Antiguo Testamento; una mezcla de Sauron, que siempre te ve, y de capo de la Mafia, que si lo ves tú, aunque sea por un casual, apareces tieso en una cuneta y les dicen a tus familiares que fue un mal tropiezo. Pero de las mil quinientas páginas largas y en papel biblia que tiene este libro, el personaje que más me ha inquietado desde niño es uno al que sólo se le dedican un par de líneas. El ángel de la espada de fuego. Personaje secundario donde los haya, sin frase y sin nombre propio, es, sin embargo, como uno de esos retratos de Leonardo da Vinci, que con cuatro trazos tienes el currículum de su alma frente a los ojos.

En los libros escolares de mi infancia lo pintaban como a un muchachito rubio y con alas, un dedo indicándole a nuestros primeros padres el horizonte mientras que en la otra mano blandía una espada como la meada de un prostático, roja y en abanico. Mucha melenita rubia y mucha ala de querubín, pero al cabrón no había quien le arrancara un gesto de piedad, un atisbo de compasión.

Imagínese usted a Eva, dos hijos pequeños al brazo y un marido confuso y sudoroso a la espalda, suplicando al ángel, déjeme usted entrar, buen hombre, una sola vez, aunque sea para coger unas manzanas del economato y algo de ropa para los niños, que afuera está nevando. Y el ángel, espada de fuego en ristre, que váyase, señora, reclamaciones al ayuntamiento, que a mí no me venga usted con problemas, que yo solo obedezco órdenes, verá como me va a complicar la vida y voy a tener que hacer uso de la espada reglamentaria.  

Y es que el amo no le ha dado un puesto de trabajo para que juzgue sino para que obedezca. Su oficio consiste en interponerse entre Adán y Eva y la puerta de entrada al Paraíso. No hace falta preguntarse si cumplió o no su papel.

Por cosas como estas el Dios del Antiguo Testamento nos parecía terrible, desmesurado, cruel y vengativo, pero a su favor hay que decir que tuvo un gesto honroso: dejó su rol de protagonista para convertirse en simple personaje de ficción, desapareciendo de nuestras vidas hasta que los del Estado Islámico digan lo contrario. Aquel Dios se fue, alabado sea Dios. Pero el ángel de la espada de fuego no. Ahí sigue el tipo, impasible el ademán, sin enterarse de nada, con la obediencia ciega como norte, el gregarismo por encima de la razón y de la piedad. Yo siempre he creído que esta raza de ángeles de espada de fuego son los que hacen posibles las guerras, los fusilamientos, los hornos crematorios, los que hacen desaparecer gente. Si hay que desahuciar, el ángel de la espada de fuego obedece y desahucia. Si se le manda apalear a adanes y a evas encaramados en lo alto de un muro con concertinas, se apalea; y aquí paz y después gloria. Tenaces, ciegos, amaestrados, sordos a la raza humana, obedientes al poderoso. Son todos esos que se siguen interponiendo entre los hombres y el paraíso.

Publicado en el diario HOY el sábado 25 octubre 2014   

1 comentario:

  1. Sí, la cosa viene de antiguo. Y lo increíble es que nos comían el coco de tal forma que el dichoso angelito nos parecía el bueno de la película mientras que Eva era una mala mujer y Adán un mandilón sin personalidad. ¡Qué bien montado se lo han tenido siempre estos "salvadores" de la humanidad.

    Un placer leerte Florián.

    Saludos.

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