Tengo los mismos años
que don Quijote cuando se lió la manta a la cabeza y se echó a los caminos a
arreglar el mundo. Leer el Quijote a los veinte, a los treinta, a los cuarenta
incluso, puede ser una experiencia todo lo enriquecedora que usted quiera pero
lo más probable es que se quede en eso, en una experiencia intelectual en la
que un tipo en la flor de la edad lee sobre las desventuras de un viejo al que
se le ha ido la olla.
A los cincuenta es otra
cosa. Te sabes en el mismo plano que el protagonista y te dices: qué cojones va
a estar loco don Quijote, lo que está es atravesando una crisis de los
cincuenta que no se la salta ni Rocinante. Y entonces sus andanzas cobran otro
sentido. Comprendes que no fue, como dicen, una sobredosis de mala literatura
lo que le arrojó a la calle si no el vértigo de asomarse al umbral del medio
siglo y descubrir el morral de sus sueños repleto de sueños incumplidos. Lo
normal. Sólo que él, en lugar de echarse a llorar por los rincones, se echó a
la calle. Pasó de lo normal. Esa fue su genialidad. Eso es lo que le convierte
en nuestro mayor superhéroe. No se afilió al sindicato de Caballeros Andantes.
No esperó a que un partido, un gremio o un líder vinieran a marcarle las pautas
y los senderos. Sencillamente, salió a la calle y se dispuso a vivir su sueño.
Cambiar el mundo a golpe de gestos de hombre bueno.
Antes de ser don Quijote
sus vecinos le llamaban Alonso el Bueno. Pero es que ser bueno en España nunca
fue suficiente. Nunca sirvió para cambiar las cosas. Una coraza contra el
desaliento, una cucharada de locura, dos de mala leche, y que tiemblen los
molinos. Yo creo en esas cosas. En la voluntad. En el poder de los que van a
contrapelo. En el enfado de los hombres buenos. En qué si no.
Publicada en El periódico Extremadura sábado 27 abril 2013
Me ha echo ilusión volver a leer algún texto ...cuanto tiempo, saludos florian y a seguir la linea que siempre fue buena.
ResponderEliminarHola Elena. Es cierto, cuánto tiempo. Tú fuiste de las primeras a las que daba la brasa con aquellos escritos míos de adolescente. Me encanta saber de ti, aunque sea por aquí. Siempre cerca. Un beso.
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