Las mil y una noches |
A Simbad el marino le engañaron las sirenas. Arrimaron una caracola a su oído jurándole que escucharía la voz de las princesas de Samarkanda y lo que escuchó fue un waka waka que le quebró el sentido. Sonámbulo, se alejó del mar y acabó varado en una taberna de Almendralejo. Lo sé porque aquella taberna era la de mi padre.Cuando le conocí, allá por los años setenta, ya era un anciano. Ni siquiera recordaba que una vez habia sido el gran Simbad. Se camuflaba en la piel de un ex marinero franquista al que todos llamaban Rafael Álvarez, alias el Lancha. No es fácil después de haberle peinado el pellejo a los mares y de que las palabras de amor pronunciadas en tantos diomas te hagan estalactitas de miel en el cielo de la boca, acabar tu vida jugando al dominó en un bar de tierra adentro.
Murió hace una eternidad, pero hoy es su cumpleaños. Me acuerdo porque presumía de haber nacido el mismo dia que Louis Armstrong. A él le concedieron las musas la voz y a mí la capacidad de emocionarme con el talento ajeno. Salí ganando, decía. Hoy es su cumpleaños y yo le debía un artículo. A él y a todos esos viejos Simbad que se cruzan en el camino de un corazón joven y alumbran con su entusiasmo el tenebroso túnel de la adolescencia.
Contraportada del periòdico Extremadura, 4 de agosto 2012
Sabes que estas historias tuyas, en las que los personajes más maravillosos pasan desapercibidos en el rincón de una taberna, son las que más me gustan de cuantas escribes. Genial.
ResponderEliminarRamón
Mi enhorabuena por el escrito y sobre todo por la vivencia que le precede. Perfecto y emocionante.
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