Yo tenía quince años, un presente gris, un futuro incierto y un estante lleno de cómic de la MARVEL. Eso salvó mi adolescencia. Porque con esa edad sales a la calle y no ves más que motivos para despreciarte a ti mismo y despreciar al mundo: chicas que pasan de ti, amigos que escalan sobre tus complejos, padres a los que detestas. A esa edad estás tú y está el mundo, tu archienemigo. De eso va esta película. De un chico que ha descubierto que todo lo extraordinario que existe en la vida se encierra en las páginas de un cómic. Entonces, como hemos hecho todos, el protagonista se pregunta: y por qué no puedo ser yo un superhéroe, solo que él, además de planteárselo, pega el salto y trata de convertir su sueño en realidad. Sin poderes extraordinarios como Supermán o el Hombre Araña, sin las armas novedosas de Batman, sin más parafernalia que un ridículo traje de carnaval, sale a la calle a convertir su vida en algo que merezca la pena ser vivido. Y lo consigue.
Vale que la película no es que sea muy original. Qué otra cosa es Don Quijote sino un tipo normal, empapado en literatura de cómic y que se empeña en darle la vuelta a su vida como a un calcetín y arrastrar con él al mundo. Y sin embargo, esta película sí tiene algo distinto a las otras pelis de superhéroes, quizás la ternura, el humor. Como don Quijote, el héroe, en cada salida, recibe una somanta de palos y, como don Quijote, es capaz de cualquier cosa por conquistar el corazón de su particular Dulcinea. Pero cuando acaba la película uno no sale, como al acabar don Quijote, con el alma alicatada de melancolía sino que te deja con una sonrisa en los ojos y un regusto en el paladar a amistad, esfuerzo, cariño y delicadeza.
Hay tiros, puños y sangre como en toda peli de acción que se precie, pero casi acaban diluyéndose en la estructura de un guión bien trazado, un ritmo sin abatimientos y unos personajes delineados con la maestría de quien conoce bien el género. El director, Matthew Vaugnh, es el mismo de Stardust, Crimen Organizado y X-Men: primera generación, pero yo destacaría el papel de la pequeña Chloe Moretz, una niña de catorce años y que tiene ya el currículum más abultado que la cara de Michey Rourke.
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