Que el hombre es cosa relativa y de poco precio lo sabemos desde Adán. Con la de materiales que debía haber en los bufetes del Paraíso y el Creador nos hace el chasis de barro. Ni condesador de fluzo ni aleación de metal ligero. Barro. Sin embargo, de este barro efímero y ajeno hacen algunos su mina de oro. En España hay trescientas mil prostitutas declaradas. Después del tráfico de armas es el negocio más lucrativo en el mundo, por delante del narcotráfico. Más de dieciocho mil millones de euros nos gastamos anualmente los españoles en visitar locales donde el barro es siempre femenino y preferentemente extranjero
A mí esto de que estemos hechos de barro me parece una intuición filosófica de mucho peso literario. Consiste en imaginarse a Dios como a un niño aburrido que jugara a fabricar canicas en el patio de su casa, cuando las casas tenían patio y los niños jugaban con cacharros sin enchufes. La creación como juego con el que pasar el rato y la carne como material de desecho. Luego la ciencia ha ido dándole la razón a los que inventaron este cuento. Hurgas en los entresijos de un elefante, de un hombre o de una mosca y por muchas vueltas que le des descubres que, poco más o menos, todos estamos hechos del mismo barro.
En cierto sentido, como nuestra democracia. Estudias su ADN por la izquierda, por el centro o por la derecha e inevitablemente te topas con unos engranajes complicados en monarquía, iglesia y dinero, que son el barrizal primigenio y fatídico con el que se ha escrito y se sigue escribiendo nuestra historia. En España siempre estamos a un tris de cambiar este barro viejo por otro material más acorde a los tiempos, pero no hay manera. Umbral dijo que nuestra transición fue una cosa fina, una revolución con pala de pescado, y que por eso quedó en nada. Puede que el Príncipe sustituya al Rey, como ahora Ricardo Blázquez, RB, sustituye a Rouco Varela, RV, en la presidencia de la Conferencia Episcopal, pero así, a primera vista, da la impresión que lo único que la cristiandad ha cambiado es una be chica por una grande. El barro sigue siendo el mismo.
Y en medio de este leve ondular de lodo y nada que es la actualidad española, una nota curiosa. La Policía Nacional ha detenido a un ciudadano libanés por ofrecer cuarenta mil euros a indigentes a cambio de un riñón con el que reemplazar el suyo enfermo. Somos barro relativo y económico, pero, vendido al menudeo, resulta que llevamos encima una fortuna. Y lo que me enternece no es la decisión del libanés de burlar a la muerte –cosa que ya no está en manos de rey ni de religión alguna- sino la potestad de la ciencia para hacer posible el milagro. Me pasma la magia de la transfusión de sangre, el prodigio de cambiar un órgano inservible por otro en buen uso. El hombre, medicina para el hombre. La medicina es el arte eucarístico de convertir la sangre y las vísceras de un particular en barro común y fecundo. Puede que la ciencia no convierta a los hombres en dioses pero al menos nos da la oportunidad de ser generosos.
Publicado en el diario HOY el sábado 15 de marzo del 2014
No hay comentarios:
Publicar un comentario