EGO Y YO
XXX Premio Jaén de novela 2014
Editorial Almuzara
YOLANDA REGIDOR
1. César Vallejo
supo que moriría en París, con aguacero, un día del cual tenía ya el recuerdo.
Y es así. Es como un flash. Se sabe. Lo sabía el poeta entonces y lo sé yo
desde hace tiempo, desde aquel instante junto a mi amigo; porque cuando vi cómo
miraba a su padre colgando de aquella soga supe exactamente cómo iba a morir.
2. Contar
conmigo. Ahí, justo en ese momento, supe que era una batalla perdida la de mi
madre. Él contaba conmigo. Y yo tenía la necesidad de contar con alguien. Eso,
ese sentimiento, solo se da cuando piensas, cuando sabes que podrías ser tú el
necesitado, antes no; antes el asco ocupa más terreno que la lástima, no hay
caridad real.
3.
Para ella, si
se quería conseguir alguna cosa, había de ser necesariamente sacrificando otra
(...) Era mi madre, y los hijos son de las madres. Y punto. Sangre de su
sangre; y no hay sangre en el semen.
4.
Dicen que los
que no sienten culpa son irresponsables; como la culpa nunca es suya, pueden
hacer lo que quieran, pero también lo que se les mande, bueno o malo; así, de
esa forma, también se hacen manejables. Eso es el cabo, pero todo el mundo
calla el rabo: ese otro extremo en el que están los mártires de un inculcado
sentido del deber, continuamente afligidos por el miedo al sentimiento terrible
que trae el pecado de incumplir, esos sí que no se atreven a mear fuera del
tiesto durante un tiempo, el tiempo justo hasta la llegada de otro déspota con
usos más relajados.
5.
Platón era un
flipado que únicamente veía sombras. No te fíes de alguien que ve sombras; sombras
escindidas de un ser hermafrodita, nada menos.
6.
Tú que eres
el sensato, dime, ¿se puede amar para siempre –me preguntó-. ¿Tú qué crees? Sí
–contesté-. Ahí tenemos al amor propio, ¿no?
7.
La vida es
solo un defecto de la muerte. Hay que subsanarlo; pero como cualquier error, la
vida es terca, se impone hasta el final. Solo los más fuertes la superan.
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