A mi abuelo le llamaban España. Un
señor con cierto ascendente en la comunidad de vecinos. Me cuentan que en los
últimos años, cuando se encontraba por los pasillos con alguno de sus hijos, les
soltaba: “en casa sin seso, muchas ratas y poco queso”. Motivo por el cual, por
sermoneador y por viejo, mis padres lo mandaron al asilo. Incluso decidieron
que su apellido sonaba a rancio. Ahora somos los señores de Comunidad Autónoma
y País Prefederal. Diecisiete hermanos viviendo en la misma casa y comiendo del
mismo bolsillo. Lo malo es que ni el abuelo era tan rico ni nosotros tan
listos.
Hubo quien nos advirtió que eso
de cambiar de nombre estaba muy bien, aunque estaría mejor sanear los cimientos
e imitar las modernas estrategias de los vecinos más prósperos. Pero nos daba
tanta pereza. Se vivía tan bien dejando la administración en manos de gente
mercenaria. Una noche escuchamos sonido de ratas en las maderas del techo. Lo
fuimos dejando. Total, sólo eran ratas. Hasta que un día, cuando fuimos a
sentarnos a la mesa, la encontramos tomada por las ratas. Y en los platos un
pestilente menú para ratas.
Tenía su lógica, después de todo hacía tiempo que
eran ellas las verdaderas dueñas de la casa. La letra pequeña de cada contrato,
de cada hipoteca, de cada convenio firmado en la bonanza, resultó ser una concesión
hecha a las ratas. Escandalizados, llamamos al raticida. Un señor muy serio,
muy de ciencias y muy alemán, que nos sentó a las partes a discutir la
cuestión. A su juicio, la razón caía del lado de las ratas. La ley es la ley y
los números, números. Y aquí nos tienen.
Acatando las normas de la casa de las ratas. Trabajando más que nunca, cobrando
menos que nunca, con más miedo que nunca. Alimentando ratas a las que importa un comino el dichoso nombre de la
familia.
Publicado en el periódico Extremadura el 17 de noviembre de 2012
Vengo leyendo regularmente tu blog desde hace un tiempo. Si me permites que (humildemente) te haga un comentario, aunque no venga a cuento de este tema. Como conocerás, hoy ha fallecido "Miliki". Supongo que como persona de mi generacion, una parte de los mejores recuerdos de tu infancia están tambien ligados a esta persona y su trabajo.... No se si te importaría en algún momento dedicar una entrada a esto, en recuerdo de un tiempo donde las cosas eran mas sencillas y también mas puras. Lo dicho: un breve comentario que me permito hacerte, en absoluto con animo de intromisión, sino con la familiaridad que siente quien visita este blog bastante a menudo. Mi enhorabuena por tu trabajo, me reconforta leerte en muchas ocasiones.
ResponderEliminarHoy mismo, en el momento de enterarme de la muerte de Miliki, he divulgado en facebook un artículo que le dediqué hace justo un año. Se titula "Que alegraba siempre el corazón", y es una de las entradas que más visitas ha logrado de cuantas llevo escritas hasta ahora. Lo cual lo digo no para atribuirme mérito alguno sino para resaltar el cariño y la simpatía que este nombre -Miliki- inspira en las gentes. Te adjunto el enlace a la entrada, por si tienes interés en leerla. En ella, un anónimo me apostilló una corrección sobre el parentesco entre miembros del clan Aragón que yo desconocía. No he modificado el escrito, porque está escrito en un arrebato de nostalgia, en un impulso de cariño hacia Miliki, pero también hacia el resto de los payasos, hacia una época, una generación. Y estimé oportuno mantener intacto el escrito, con todos sus defectos e imprecisiones, porque lo que me interesaba, y me sigue interesando, es contar mi admiración y mi respeto por esas gentes que dieron tantos momentos de risa y música y amistad a nuestra infancia. Un saludo. Y gracias por tus palabras.
ResponderEliminarflorián recio
http://florianrecioterraza.blogspot.com.es/2011/10/que-alegraba-siempre-el-corazon.html