Hay a quienes empalaga tanto grexit
y tanto brexit para referirse a
la salida de ciertos países de la UE, porque entienden que este acrónimo -un corta
y pega del inicio del nombre de un país en cuestión (gre- de Grecia, que fue
con quien se levantó la veda) y el -xit final del término inglés exit, que significa salida- es una claudicación del castellano.
A los puristas del idioma estas cosas les saca de quicio. Sin embargo,
no es para tanto. Si buscan la palabra EXIR en cualquier diccionario de la
lengua española- y cuando digo cualquiera me refiero a cualquiera, académico o
extraacadémico, desde 1726 hasta el último, publicado en 2014-, encontrarán que
es una palabra muy española, muy antigua, y que significa salida, aunque se nos advierta que es un término caído en desuso.
Y es que, tanto nuestro viejo exir como el vigente exit inglés,
tienen un origen común: el latín exīre,
salir, irse de un lugar. Es tan nuestro que lo encontramos en la primera
manifestación literaria de nuestra lengua, es decir, en el Poema del Mío Cid, allá por 1140, conjugado en todas las formas
posibles, como corresponde a una voz en plena vigencia. Así, tenemos:
“Longinos (…)
ixió
la sangre”.
“Rachel e
Vidas (…) ixieron amos”.
“Yo me exco de tierra”.
En el siglo siguiente, en el Fuero de Zorita de los Canes, de 1250, se dice que “tod aquel que
huerto, o uinna, o mies enfrontera de alguna defesa, o de exido ouiere, etc. “
Cuatrocientos años más tarde el término había
languidecido, pero aún lo encontramos en el Polifemo
de Pérez de Montalvan, escrito en 1628:
“Si pone en las labradoras
por su mal el pensamiento,
luego un sexto mandamiento
entra diciendo «exit foras»;
por su mal el pensamiento,
luego un sexto mandamiento
entra diciendo «exit foras»;
A
partir de ahí admitamos que la voz exir
perdió fuelle, pero ni mucho menos debemos contarla entre las palabras muertas.
Pervive, por ejemplo, en la palabra éxito,
que es, en definición de María Moliner, el resultado, bueno o malo, de una
empresa, una acción o un suceso. Es decir, es un significado al que se llega
por medio de una metáfora: obtiene el éxito el que encuentra la salida del
conflicto planteado.
Y, por el mismo procedimiento metafórico, se llega a ese exido
del que habla el Fuero de Zorita. Se define por vez primera en el RAE de 1780
como “campo que está a la salida del
lugar, que no se planta, ni se labra, y es común para todos los vecinos, y
suele servir de era para descargar en él las mieses, y limpiarlas”. Lo que
en términos actuales viene siendo un ejido. En algunos lugares de España,
estirando aún más la metáfora, la voz ejido sirve para denominar al loco, esto
es, al que “se ha salido de sus cabales”. Por lo mismo, al que se aviene a
vivir fuera de la justicia le llamamos forajido, que es voz que se obtiene por
la contracción de fuera y exido.
En resumen, la próxima vez que vean un brexit o un exit, no le
arruguen el entrecejo y mírenlo como lo que es, un antiguo familiar que,
después de recorrer algo de mundo, vuelve, moderno y exitoso, a la antigua casa
de los parientes.
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