Historia de la Cara
Para referirnos a esa parte de nuestra anatomía que va, por
un lado, desde el mentón hasta la frente y por otro, de una oreja a la
contraria, podemos, según los contextos, usar la palabra cara, rostro, semblante, faz, haz, jeta, e incluso fisonomía o, si nos ponemos muy
estupendos, el galicismo visaje.
Flores lingüísticas de eso que se ha dado en llamar un campo semántico. Pero en
este campo no todos los frutos tienen el mismo origen ni el mismo valor. Nadie
que pretenda ser galante dice de otra persona que tiene una hermosa jeta, ni
para echar a suertes decimos al arrojar la moneda: ¿rostro o cruz? Cada palabra
ocupa su particular espacio y dispone de su propia autoridad o reputación. Y su
propia historia.
Los romanos llamaban a la cara facies. De ahí, claro está, la faz y el haz, que son actualmente
términos deprimidos, en franca retirada. Pero, ¿cómo llamaban nuestros
antepasados a la cara antes de que llegaran los romanos? Casi con toda
probabilidad, la llamaban cara. En efecto, es este uno de los vocablos más
antiguos de nuestro idioma. Y, para ser exactos, de los más enigmáticos. Su
origen aún no está decidido. No obstante, se sabe que existía un término griego
/xápa/, pronunciado [kára], y todo apunta a que los iberos se servían de él con
el mismo significado que lo hacemos en la actualidad. Pero /xápa/, tiene un
contratiempo: solo significaba cabeza y, además, pertenecía al lenguaje poético
de Homero, Hesíodo, Esquilo, Píndaro y, Sófocles, si bien este último ya lo
emplea en alguna ocasión para referirse al rostro y no solo a la cabeza.
Entonces, cómo explicar el trayecto que va de los textos cultos homéricos hasta
caer en la boca del vulgo.
Corominas en su Diccionario
crítico etimológico castellano e hispánico, volumen I, 1991 ofrece una
atractiva explicación, no por todos aceptada. Los generales griegos, desde los
tiempos de Alejandro, que conocían perfectamente los textos homéricos, debían
usarlo en el relato de sus gestas y bravuconadas. Dice Corominas: "Las fuerzas de la República, de Alejandro y
sus sucesores, estarían llenas de oficiales que gustarían de usar palabras
magníficas, cultas y rutilantes, sobre todo para referirse a partes de su
cuerpo donde las heridas de guerra eran más evidentes". De modo que
hay que entender que los generales romanos tomarían la palabra griega por el
prestigio en sí de la lengua y por el prestigio de la casta militar de la que
procedía.
De ser esto cierto, recorrería nuestra palabra el camino
inverso que uno de sus sinónimos actuales: la voz latina rostro, que, si bien en un principio y hasta bien entrada la Edad
Media, significaba "pico de ave" "hocico de cerdo o de
perro", y referida a persona solo se usaba como insulto o chanza, fue, no
obstante, diluyendo su sentido peyorativo para instalarse en nuestro léxico
como el sinónimo culto de cara.
No tuvo la misma suerte la palabra jeta, del árabe jatm, que también significaba en su
origen "hocico" "pico", pero que nunca alcanzó el rango de
palabra noble y sigue, a pesar de los muchos siglos y de los muchos usos,
arrastrando su original sentido peyorativo.
Cara, rostro y faz conviven como sinónimos en el Cantar del Mío Cid, año 1140, que es el
testimonio más antiguo que poseemos de estas tres voces.
Semblante, sin embargo, aparece por vez
primera en el escrito anónimo Vida de
Santa María Egipcíaca, de 1215.
Visaje, en el Cancionero de Baena, en las poesías de Alfonso de Villasandino,
hacia 1379/1425
Hocico, en la Comedia Ymenea de Bartolomé Torres Naharro, en 1517
Fisonomía, escrita ya con efe inicial y no
con la ph clásica, se documenta por vez primera en La lozana andaluza de Francisco Delicado, 1528.
Jeta, será Francisco de Quevedo, hacia
1597, el que la escriba por primera vez en una de sus poesías humorísticas con
el sentido con el que la conocemos en la actualidad.
Todas y cada una de estas palabras, avaladas por el prestigio
o por el azar, han entrado en nuestro vocabulario intentado sin éxito desplazar
a la antigua y enigmática voz cara,
que sigue, tal vez para siempre, siendo la preferida por los hablantes hispanos
a uno y otro lado del océano.
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