Hasta la Revolución Francesa, la
esperanza de vida de un europeo medio era de unos treinta años. Los obispos,
los reyes y los nobles vivían ochenta. A los ojos del pueblo eso sólo podía
tener una explicación: que Dios no estaba de su parte. Durante siglos la gente
se limitó a trabajar, tener hijos, enterrar hijos y esperar que un día no muy
lejano alguien echara piadosa tierra sobre sus cuerpos molidos. Fue en
esos años que Voltaire escribió aquello de que todo se reduce a ser yunque o
martillo y, añadía, dichoso de aquel que escapa a esta alternativa.
Es posible que nosotros hayamos
sido la primera generación de la historia florecida en la creencia de haber
escapado a esa alternativa. Ni apaleados ni martillos. Creímos que las leyes
nos protegían de los desmanes de los de siempre, que la ciencia velaba por
nuestra salud, que la educación mantendría engrasados los resortes de la
democracia. De pronto, todo se tambalea. Lo llaman crisis, pero
igual podían llamarlo despertar
calderoniano. Porque uno mira a su alrededor y se siente como el Segismundo
de Calderón, preguntándose si no será que el estado del bienestar fue sólo un
sueño y éramos dormida carne de yunque sobre el cual afilaban unos pocos sus
uñas de rapiñar.
Hasta la Revolución Francesa la
gente creía que Dios nunca estaba de su parte. Un día pasaron de lo que pensara
Dios y se cepillaron al sistema. Luego vino este creer en el progreso, y
después este descubrir que el progreso era otro modo de llamar al dinero. Y ya
nadie sabe en qué creer. Ni en el Papa, ni en Rajoy, ni en Talegón. Y es este
no creer en nada lo que da miedo. La desesperación convierte las plazas en
cadalsos. Yo aborrezco la violencia. Aborrezco por igual al yunque y al
martillo. Pero ahí fuera se respira aire de fragua.
Publicado en el periódico extremadura el sábado 16 de febrero del 2013
Buenas tardes.
ResponderEliminarLa foto del niño en esa barra, supungo de bar,que aparece en la cabecera del blog, me resulta familiar.
Desearía saber,si ello es posible, el origen de la misma. Ese niño me resulta muy familiar y desearía despejar mis dudas. ¿Tendría la amabilidad de facilitarme su origen o procedencia?
Le quedaría muy agradecido.
Ese niño es Florián Recio, autor del blog, y la foto está tomada a finales de los años 60, o principios de los 70, en Almendralejo, Badajoz, en el bar Cuatro Caminos, propiedad del padre del autor.
ResponderEliminarun saludo Gaspar.